Por José Gandour @zonagirante
Hay dos frases que, cuando escucho Heráldica, el nuevo disco de la argentina Saramalacara, llegan a mi memoria de manera inmediata. La primera, pronunciada en el siglo diecisiete por el poeta inglés William Blake, que dice «El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduria». La otra, cuya autoria creo que se la atribuyen al guitarrista Steve Vai, dice algo asi como la música de cada época está determinada por la droga prevalente que se esté consumiendo en ese período. Así de intenso es este álbum, así es su sonido y asi son sus textos.
Comencemos: la autodestrucción como tema principal de un cúmulo de canciones siempre tiene su atractivo y más para una generación que vuelve a proclamar, como otra gente igual de joven décadas atras, que tal como pintan las cosas, no hay futuro. El asunto no es nuevo, no se lo inventaron en estos años en el barrio de Mataderos, de donde viene Sara Azul Froján, (si, Saramalacara). Esta aparentemente frágil y encantadora chica de 23 años dice, a su manera, lo que antes dijeron Trent Reznor, Baudelaire, Kurt Cobaine, Sylvia Plath, Ann Sexton y un largo etcétera. Pero en este caso, sus canciones, más en esta nueva producción, contienen una suciedad sonora más que adecuada para poder decir, añadiendo aún más sentido a sus palabras:
El duerme con la 40 en el pantalón
Yo tengo una cartera llena de fármacos
Desde que te conocí no me late el corazón
Me-Me visto top tier, sé que eso le gustó
Cuando te miro a los ojos ya sé lo que veo
Tiene serpientes de cascabel
Estamos en mi cama de nuevo, de nuevo
Me hace marcas en la piel
Heráldica es un disco de tonadas de texturas densas, de máquinas arrasadoras, que puede combinar el intenso baile con la angustia del claustrofóbico en un cuarto oscuro. Si nos podemos a especular, puede que, si metemos en una licuadora algo de Nine Inch Nails, el flow del movimiento trap de Atlanta, y, como contraste, aires de la cultura otaku, quizás hallemos como resultado lo que escuchamos en este compilado de doce cortes, el más largo de apenas tres minutos y algunos segundos. Aquí el autotune en la voz actua no para «embellecer» y «arreglar», más bien termina de crear un ambiente pasivo/agresivo de donde salen palabras como: