Por José Gandour @zonagirante
Y si, hay gente que sabe hacer música cautivadora de manera sencilla. Debe ser un don. Hay artistas que saben contener el planeta con su voz y pocos instrumentos, y lograr atraer todos los oídos a su alrededor. Y de paso, esos agraciados seres saben contar historias cotidianas con tanta gracia, con tanto garbo, envueltas en melodías que llegan de inmediato a arroparnos tiernamente, y creemos todo lo que dicen, aunque afirmen que vienen de lo suyo viene de otros mundos, de otros tiempos y otras vibraciones. Eso pasa con el nuevo disco de Vale Acevedo, llamado Un día para Valentina.
Lo que nos ofrece esta música argentina en su nuevo compilado de once canciones es la descomplicación total. Se trata de pasar un buen rato lleno de blues, rock, pop, folk, samba, pizcas de hip hop, y otras especies sonoras, desenredando todas las posibiidades de amargura y desasosiego que nos rodean, sin vendernos pócimas mágicas, más alla de la posiblidad de sonréir y contagiarse del buen ambiente que quiere transmitirnos. A algunos prevenidos, los de siempre, les podrá parecer material cursi, poco combativo o poco comprometido, pero la verdad es que Acevedo sabe narrar el día a día, el mirarse en el espejo y ver cómo levantamos el ánimo, o como agradecemos los pequeños amores de todos los días. Es la campechanía que quisiéramos vivir todos los días, en lugar de escuchar todo lo que nos rodea. Es decir, lo que hace Acevedo es un refugio apropiado para el descanso espiritual, la canción que podemos cantar en los viajes largos, la que suena en el momento apropiado mientras llueve y llegamos a nuestra parada de bus. Es así, la sencillez en su mejor esplendor, la que alivia.
Describamos un poco más el sonido de esta artista. En general, sus tonadas parten de la guitarra acústica o el piano y su voz, pero, si ella lo considera adecuado, se añaden percusiones, otras cuerdas, samplers y sintetizadores, pero se suman para variar en ambientes y atmósferas, quizás por esa obsesión que tiene Acevedo con los posibles alienígenas que la rodean. Y si, la Vale está un poco chiflada (o eso quiere contarnos) pero eso no le resta, más bien le suma encanto. Es una artista libre, que nos narra lo que quiere, y lo dice en sus composiciones. Para entender más claramente, escuchen Ya está, o, con más osadía, Quiero, donde habla de «secarme los mocos con la manga y agacharse y que se me vea la tanga». Quizás, quien lee esta nota se siente un poco cuadriculado y quizás oír este tipo de textos puede sanarlo de tanta tensión.
Es un álbum fresco, variado, nunca aburrido. Sabe narrar la necesidad de la ducha nocturna en Fin de día, los contratiempos de la economía y del amor en Que sea lo que tenga que ser, y hasta narrar el amanecer, con personajes alados incluidos, en El pájaro. Vale Acevedo usa lenguaje directo y al grano, e insisto con un punto: ternura convincente sin empalagar. Sencilla, como debe ser.