Por José Gandour @zonagirante

¿No les parece que, de vez en cuando, nos enmarañamos demasiado cuando queremos declarar las cosas que queremos decir, especialmente cuando hablamos de amor? Si, es que cuando queremos conversar y confesar cada deseo que queremos expresar a la hora de enfrentar a la persona apreciada, nos complicamos demasiado, ¿no creen? Se los dice un hombre maduro, con los complejos de mi generación (y quizás añadiendo uno que otro mas). Lo mismo pasa con el Pop. Hay una especie de resistencia tóxica a todo aquello que logra simplificarse, ya sea en formas o en texturas sonoras. Pensamos que, para que los hechos sean válidos, tienen que cargar un embrollo difícil de resolver, un enredo que logre confundirnos y hacernos pensar que todo debe ser descifrado antes de ser sentido. Y es ahí donde recuerdo una frase contundente de una canción de la banda madrileña Los Ronaldos: «La vida es complicada y tú la quieres complicar más».

Por instantes queremos ver la vida como un acertijo, y, la verdad, a veces debemos aceptar que mucho de lo que vivimos puede ser más sencillo. ¿Este discurso les parece cursi? No están solos, es parte de la culpabilidad que adquirimos en la adultez y con la que moriremos, seguramente. No les voy a dar falsas esperanzas, esto no es un texto de Paulo Coelho, afortunadamente. Esto es, más bien, una reseña que narra mi enamoramiento por un disco definitivamente POP, como es Fuimos los dos, de la agrupación argentina Ainda.

Antes de este disco, el dúo conformado por Esmeralda Escalante y Yago Escrivá era un fascinante proyecto de canciones exquisitas en su sencillez, que hacía instantáneamente queribles a estos músicos. Ahora, con este estreno, Ainda (que en portugués significa «todavía»), se afronta un riesgo alto, ya que la produccion implica una nueva etapa que parece simular el paso del indie pop como lo podemos escuchar en cualquier bar alternativo del continente, a desear sonar como si estuvieran participando en el festival de San Remo. La esencia sonora de Fuimos los dos se nutre de una producción influenciada por la estética de los años 70, enriquecida con arreglos orquestales que le imprimen un aire cinematográfico.  Pero, ojo, la tierna esencia nunca, por suerte, se atreve a cruzar las fronteras de la chabacanería. Las melodías y los textos de Esmeralda y Yago siguen diciendo lo que desearíamos expresar, emocionarnos sin sentir vergüenza, ayudándonos a descomplicar el panorama mientras repetimos en el estéreo este álbum una y otra vez.

Esta es una placa discográfica con tonadas redondas, saludablemente complacientes, siempre contundentes. donde sobresalen espléndidas grabaciones como Tu soledad y la mía (hecha en compañía del músico español Leiva), la muy fílmica balada No es amor (composición que hubiera podido ser incluida en la banda sonora de cualquier comedia romántica de hace cincuenta años) y el último corte, El mundo gusta de vos, con arreglos para vientos fascinantemente beatlescos. Este es un perfecto cierre para un disco que alivia corazones sin llenarnos de tontos y ponzoñosos remordimientos. 

La belleza es, de vez en cuando, ménos compleja de lo que creemos. Eso lo confirma este álbum. Quizás me den la razón. Les prometo que van, al menos, a pasar un buen rato escuchándolo.

 

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