Por José Gandour @zonagirante

Si, esa es la etiqueta que identifica a la banda que vamos a reseñar hoy. Siniestra Pandora, agrupación con residencia en la ciudad de Valparaíso, promociona su primer álbum, llamado Elegía, fichando su sonido como «heavy shoegaze», y, de inmediato, a la memoria nos vienen nombres de distintas épocas que se pueden acomodar a este sello, como Deftones, Slowdive, Norma Jean y hasta My Bloody Valentine. Y si, está claro que buena parte de las siete canciones incluidas en esta placa contienen corrosivas guitarras ambientales, grabadas en capas, que se van apoderando del ambiente y logran, de algún modo, ser lisérgicas, al menos en su propósito inicial. Y, si me permiten ahondar en la definición saliéndome de los purismos, este es un disco cautivador por el conjunto de «misas»que componen este material, tonadas que no se obsesionan con la extensión de lo que se puede considerar un hit radial, y más bienextendiéndose lo suficiente como para sugerir viajes siderales que satisfacen en su resultado a nuestro problemático estado mental.

Elegía, llamado así, ya que «una elegía es una composición poética que expresa el dolor por una pérdida, a menudo de una persona, pero también puede referirse a la pérdida de algo significativo”, es una buena carta de presentación de una banda que apenas comienza en el mercado discográfico. Es una producción trabajada durante dos años, en la cual se combinan sernsiblemente la melancolía, la densidad instrumental y un requiebro sentido, que, en medio de las cáusticas cuerdas, pretende consentir y sosegar al oyente en medio del huracán.

Escuchar a Siniestra Pandora puede trasladar al aficionado a discos como Ferment, de Catherine Wheel, algunos tracks de Going Blank again de Ride o Mezcal Head de Swervedriver, álbumes del rock británico de principios de los años noventas, pero a su vez podemos captar referencias más cercanas, como el White Pony, de Deftones, o, más reciente aún, Satisfaction, de Narrow Head. Igual, Elegía es un catálogo de grabaciones con identidad propia: Una canción como En el Jardín, es un muro de distorsión que, en medio de su rudeza, expresa una ternura y una fascinante tristeza que conmueve. El último corte, llamado Todos tan felices, puede parecer un título irónico frente al cúmulo de voces reverberadas y el lento tractor de guitarras que va navegando en los oídos durante casi cuatro minutos de duración. Y Pagano, tercera en el orden de publicación, es una balada que se va quemando a medida que avanza, un inesperado espacio de descanso auditivo, que igual, no tiene desperdicio en medio de la tempestad.

Esto es Elegía, de Siniestra Pandora. Aquí tienen un poco más de media hora de espléndido ruido que merece ser celebrado.

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