Por José Gandour @zonagirante

Arte portada Zonagirante Estudio

Este es un gran ejercicio que me gusta hacer cada cierto tiempo: escribir sobre la actualidad de una de mis artistas favoritas no sólo me proporciona alegría, sino que también me ayuda a resolver las dudas que tengo en ese momento sobre lo que pienso de la música y lo que deseo que suceda en mis oídos y, si puedo, en los de la gente que me rodea y me lee (o escucha).

Aquí es donde afirmo que, cuando escucho a Fran Straube —sí, Rubio, el nombre artístico de su proyecto, nacido en Santiago de Chile y ahora expandiéndose por el mundo desde su residencia en Ciudad de México—, me gusta pensar que, con tanta tontería que se toma las plataformas musicales, las radios y los audífonos mediocres de quienes creen que las canciones sólo deben servir para pasar el tiempo, aún hay espacio y obra para la salvación, al menos por un rato, del espíritu humano.

Rubio, mientras prepara su próximo álbum de estudio, ha decidido consentir a sus seguidores con la publicación de un disco en vivo, grabado en el mítico local Blondie de Santiago, bajo el simple título Hacia dentro. En la selección de nueve temas que lo integran, Straube sabe navegar entre sus canciones más tiernas (la preciosísima Después de ahogarme, como un santiamén inolvidable) y la explosión cáustica de sus composiciones más recientes. Lo hace sabiendo que lo que expone la confirma como una artista que se cubre con la oscuridad justa, y con un ánimo experimental que no se conforma con jugar con las texturas resonantes, sino que las convierte en fragmentos de su piel, entregados al público.

Quiero imaginar que su obsesión por la diferencia sonora que se percibe en sus tonadas nace de una curiosidad constante, que da como resultado hallazgos brillantes. Quiero creer que su distinción frente a las demás propuestas musicales que la rodean —y que suenan a su lado— proviene de un afán eterno por jugar con los instrumentos; por hacer que las máquinas frente a ella sean herramientas lúdicas, que no repitan lo que otros quieren expresar y, más bien, intenten —y muchas veces consigan— crear una respuesta nueva y necesaria para nuestros sentidos.

Metámonos en los detalles: la interpretación en vivo de su canción más popular, Hacia el fondo, tiene marcadas diferencias con la versión original de estudio. Imagino que debe ser un tanto aburrido repetirse show tras show, más aún con el mayor hit de su carrera hasta ahora. Pero la explicación no puede ser tan insulsa. Algo me hace intuir que muchas canciones, en la mente de Straube, se reconstruyen constantemente. Aunque haya una grabación inalterable publicada para el disfrute de sus seguidores, los espectáculos en vivo le dan la oportunidad de hacerles pensar que las variaciones son posibles; que es posible imaginar —y escuchar— otro planeta, listo para ser descubierto.

Otra particularidad aparece cuando se incorpora en el set un instante titulado Interludio Tec, una invitación al baile crecientemente eufórico, como un momento de desenfreno antes del cierre, donde la voz de la artista desaparece y la atmósfera se llena de samplers. Es una evolución interesante, en la que quizá podamos anticipar futuros shows con instantes más cercanos al set de una DJ que al formato tradicional de una cantautora electrónica. El panorama se abre. La transformación continúa.

En fin, aquí van 42 minutos de un espectáculo que, sin necesidad de innecesaria pirotecnia ni adornos, ratifica —con temas como Yūgen, Seres invisibles y otros— que Rubio es una estrella ascendente a la que no podemos negarle el deseo de ocupar un lugar entre los nombres más reconocidos de la industria musical.

Rubio (sí, Fran Straube) es un proyecto que aún no ha tocado techo. Este disco en vivo sirve para cerrar etapas y preparar el terreno para el que podría ser el mejor álbum de su carrera. O, siendo más optimistas, el nuevo gran álbum de un recorrido impresionante que no da señales de detenerse. Confirmado: sigue siendo un placer escribir reseñas sobre esta artista. Es de lo mejor que tenemos en este hemisferio. Y el mundo entero debería saberlo.

 

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