Por José Gandour @gandour

A ver, milenniars, primero voy con una historia de ancianos: A comienzos de la década de los noventa, unos estudiantes de la facultad de Cine y Televisión de la Universidad Nacional, a los que conocí por intermedio de mi novia de entonces,, me invitaron a su primer toque, una presentación que estaban organizando en una casa abandonada al norte de Bogotá. Esa noche la banda se estrenó con un sonido crudo, no muy sofisticado, pero con un repertorio lleno de canciones divertidas, incluyendo una versión muy propia de Sympathy for the devil, de los Rolling Stones. Como casi todos los primeros conciertos de las bandas, no creo que estuvieran mas de cien personas en el recinto, pero estoy seguro que reinó esa sensación entre todos los asistentes que ahí estaba sucediendo algo importante. Ahí nació la historia de 1280 almas y pronto se convirtieron en una de las bandas más populares de la capital colombiana.

Pasaron los años y sucedieron siempre dos cosas con 1280 almas: La primera es que, cada vez que publicaron un disco, ya sea con una discográfica corporativa o en un emprendimiento independiente, incluían en su catálogo al menos un tema que formaba inmediatamente parte de la mejor banda sonora de Bogotá. Y ahí estaba siempre la magia de la agrupación: No teníamos enfrente, ni mucho menos, a los músicos más virtuosos, al cantante de voz más fina o una sofisticada producción para deslumbrar a los oyentes, pero sin duda encontraríamos una canción que la masa rebelde iba a tomar pronto como himno para cantar obligatoriamente en cada presentación a grito pelado y con la sangre hirviendo a flor de piel. La segunda cosa de siempre era esa sensación que las 1280 almas era un fenómeno casi exclusivamente bogotano, un fenómeno de explicación poco clara que sería demasiado engorroso y equívoco tratar de entender, pero por el cual el resto de la humanidad quizás se perdió durante muchos años el placer de disfrutar una banda de composiciones directas, honestas y contagiosas.

Algo ha pasado, quizás la madurez (algunos más crueles llamarían la vejez) ha hecho cambiar en los últimos tiempos la estrategia promocional de 1280 almas, pero han decidido salir de su cascarón capitalino y desde hace unos cuantos años han decidido emprender más continuamente giras por el resto del planeta y hasta han decidido grabar su último álbum en el País Vasco, al cual han llamado apropiadamente en euskera Marteko Euriak (traducido al castellano Lluvia de Marte). Sí, ya tenemos a unos cuasicincuentones recuperando de cierta manera el tiempo perdido, pero habiendo curtido sus cueros con ya más de veinticinco años de carrera encima, no han perdido para nada las facultades para construir temas emocionantes que merecen ser atendidos de principio a fin. Bajo su propio sello, La Coneja Ciega, han editado 13 canciones en los cuales el punk y la revolución no se han arrugado y, más bien, se han llenado de nuevos discursos de amor, lucha y libertad imposibles de desperdiciar. Si alguien pide una descripción arriesgada del sonido expuesto en Marteko Euriak, me atrevería a decir que pasa por momentos curiosos momentos de «distorsión caribeña» (casos de Barricada y Herencia), rabia de garage (Chica Feral), arenga política con sabor cervecero (La ruta del asteroide), un momento con aroma veraniego (Sol del apocalipsis) y, la que puede ser la mejor muestra de la producción, El beso del aguacero, una hermosa balada que nos extraña y nos conmueve, y que por su impecable resultado merece ser celebrada.

Marteko Euriak es un disco variado que conserva y evoluciona el espíritu original de 1280 almas, aquel que vimos en un espacio que, seguramente, hoy, los que asistimos a ese toque de aquel entonces no reconoceríamos porque seguramente veríamos en el mismo lugar un horrible edificio de ladrillos rojos o un consultorio odontológico. Este álbum quizás, y así esperamos, sirva para que los buenos aficionados a la música, o aquellos que buscan siempre tonadas que les digan algo que sirva en sus vidas para luego repetir con la garganta caliente, puedan encontrar nuevos motivos para creer que se están enfrentando al mundo entero. Es un buen disco, indudablemente.

 


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