Por José Gandour @zonagirante

Hubo un tiempo muy intenso en el cual la ciudad de Monterrey, al norte de México, era una de las urbes de mejor exposición musical, con un montón de bandas y artistas que exportaban su estilo desenfadado, donde, en los mejores ejemplos, se daban llamativas combinaciones de folclor local, espíritu disco, texturas electrónicas contemporáneas y rock and roll proveniente de antros de elegancia alternativa.

¿Se acuerdan de Plastilina Mosh? Su sonido era como entrar a un sex shop, lleno de luces intermitentes y sentir muchas ganas de bailar. Una de las mejores agrupaciones de los noventa y principios del siglo veintiuno en América Latina. Indudablemente. Bueno, parece que tal aroma sonoro y tal estado de desparpajo no se ha perdido. O al menos Jonaz, la parte más guarra de dicha sociedad, sigue dando batalla y presentando piezas fiesteras de alta calidad. Apenás han pasado unos días del comienzo de 2024 y este regiomontano presenta su nuevo EP llamado Los Antisencillos, creando una excelente excusa para no tenerle tanto miedo a este año. 

Jonaz (se nota) sigue creyendo que no hay que seguir las reglas para lograr redondos éxitos instantáneos que pueden reventar en cualquier parlante del planeta. Su disco comienza con Escitalopram, una especie de tema que podría hacer parte de una banda sonora en el cual un personaje tipo James Bond decide cruzar ilegalmente la frontera hacia Estados Unidos en su Aston Martin, sin desperdiciar una gota de su Martini (mezclado, no agitado). Cualquiera podría sospechar que este ánimo tipo lounge va a permanecer a lo largo de la producción, pero no. Al final de este corte se escucha algo que nos contradice, a manera de sugerencia médica: «Diez miligramos de Escitalopram al día, para que te valga madre todo, y regrese la alegría». Y aquí es donde la temperatura sube…

A partir de ahí, el EP va indistintamente del funk, al hardrock y al punk, llegando al instante más intenso, Un Mal Negocio, con voces distorsionadas y un bloque de ondas guitarreras que no decae en los tres minutos y veintidos segundos de duración de la tonada. Luego avanzamos, para caer en una especie de almohada de descanso auditivo, a un corte llamado Laura, una composición de despecho que parece sacado de un carrusel para adultos, hecha con acordeones norteños, una especie de balada alucinógena que podría sonar en los momentos más experimentales de la rocola de una cantina tradicional. No creo que fuera menor la cantidad de borrachos que alzarían las botas para sacudir el polvo y reventar el piso del lugar.

Los Antisencillos es material digno de alborozo, ya que por una lado confirma la vigencia de un artista que sigue rompiendo la monotonía general de estos tiempos, y, además, ratifica que la experiencia sigue ganando espacio en los oídos modernos. Jonaz, que merece volver a ser acogido por las masas, sabe lo que hace y es consciente que las circunstancias actuales dan pie para volver a liderar el rompimiento de esquemas frente a la mediocridad prevalente.