Por José Gandour @gandour

Si, son apenas cuatro canciones. Apenas 18 minutos de duración. Pero quizás la mejor forma para concentrar la atención que merece una nueva propuesta como esta es presentar inicialmente su perfume sonoro en un formato pequeño, uno que haga posible que el oyente quede con ganas de escuchar más, de enterarse de lo que acaba de pasar por sus oídos, y que, seguramente, lo haga volver al principio para ver si en la segunda, tercera o cuarta audición puede entender y asimilar lo que acaba de vivir. Si, puede parecer exagerado, pero así de conmovidos nos sentimos con Cripsis,  Ep debut  de Leidibeg, banda chilena compuesta por Kam Bahamondes y Camilo Arredondo, encargados de la voz e instrumentación respectivamente.

¿A qué suena Leidibeg? Quizás algunos lleguen rápidamente a la conclusión de encontrar en ellos una recuperación de parte de lo sucedido en los años noventa, ya que este dúo acude a lo vivido en los mejores momentos del trip hop, con notables referentes como Portishead, Tricky y Massive Attack, y lo suma a sonoridades industriales que parecen haber sido inventadas por Ministry o Nine Inch Nails. Eso si, y aquí vienen los elementos insospechados, por qué,  de repente,  se sienten de fondo algunas melodías de origen andino, adaptadas a la corrosión reinante, que se suman a la voz de Bahamondes, elemento cautivador constantemente filtrado por distintos efectos de reverberación y distorsión. El mejor resumen de ellos, a nuestro entender, es Huellas, el último corte de esta grabación, que parece el resultado  de un imaginario sueño de la islandesa Bjork, en su época de Tank Girl, evocando un paseo vibrante por las montañas de la Patagonia. Si, así es, un hermoso e inesperado desenlace.

Se exhiben en Cripsis 4 tonadas sucias, exquisitas en sus detalles contradictorios, fragmentos sórdidos y a la vez preciosos, donde quién haga el ejercicio de audición de este material puede verse enfrentado a una montaña rusa de emociones aparentemente distantes. Algunos quizás lleguen a odiar este disco, porque exige un esfuerzo en el descubrimiento de cada capa resonante que ahí se observa. Esto no es material para hacer sonar en el estéreo como música de fondo. Este EP requiere, al menos en sus primeras reproducciones, mucha atención. Y, la verdad, es que se la merece.

Toda la producción, a cargo de Nicolás Ramírez (baterista de Camila Moreno y Javiera Mena),  parece haber sido una labor ardua de selección de cada detalle sonoro, sin un cabo suelto, todo bien amarrado, que permite pensar que esta bella obra oscura puede ser un pequeño ícono discográfico que ayude a comprender de mejor manera, en el futuro, los tiempos que vivimos. En fin, una agradable sorpresa que ojalá pronto cobre el reconocimiento que merece.

Compartir
HTML Snippets Powered By : XYZScripts.com