Por José Gandour @zonagirante

Vamos a hablar en serio: El pop masculino de hoy, en cualquiera de sus expresiones, salvo notables excepciones que no viene a caso nombrar, es aburrido, limitado, sexista, etcétera, etcétera, etcétera. Y en este rango incluyo particular al reggaeton, en la cual el intérprete compite con otros para ver quien tiene más larga cualquiera de sus partes corporales, incluyendo las sexuales y las vocales. Pero, increíblemente, cuando cruzamos la acera y escuchamos a las mujeres, vemos y oímos muchos cambios interesantes. De ese lado encontramos a muchas artistas dispuestas a tomar los elementos originales (los ritmos, el uso del vocoder y el autotune, parte de la temática) y, si no caen directamente en las estrategias de mercado (hechas, por supuesto, por varones en las oficinas de las grandes disqueras), logran (o al menos intentan) cambiar el mundo y ponerlo a sus pies. Insisto en algo que he dicho en otros artículos: Es en el lado femenino de la música (y en el de las disidencias sexuales) donde está lo más llamativo de la industria musical de estos días. Y es ahi donde se asoma la chilena Akriila, con su recién estrenado álbum Epistolares.

Akriila  es, originalmente, Fernanda Sepúlveda, chica de apenas 20 años y monedas, que, como diría Cerati, usa su cabeza como un revólver. Y su territorio de batalla es el lado más comercial del mercado musical. Pero, está claro que no aceptó sin chistar los vetustos reglamentos del tiop 40 global. Pero (surge la pregunta de un amigo imaginario, que representa a todos mis conocidos que odian al mainstream) ¿esta muchacha está haciendo primordialmente reggaeton, es decir, la música del Satanás idiotizante del sistema capitalista?. Si y no… y es ahí donde avanza. Cuando hablamos de su sonido, aquí encontramos más elementos que rompen el molde, ya que suma drum&bass, hardcore techno, hip hop de texturas clásicas y hasta folk. Y todo lo que sale por los parlantes, le pertenece, juega a su favor, la diferencia del resto. Se burla de manera espléndida de todos nosotros, con el abuso del autotune, pero no cuadrando delicadamente la voz para parecer una diva tipo Maria Carey o Shakira. No. Esto es el canto de un androide juvenil que le pone efecto robótico a su discurso de amor, desenfreno, inconformidad y deleite, un deleite que a los mayores puede ofendernos, quizás porque nos parece lejano, infantil, degenerado, que sé yo… Estamos en 2024 y nos olvidamos que luego de largo tiempo de un largo conservatismo, disfrazado de discurso liberal incumplido, nos cuesta aceptar lo que muchas. muchos, muches pretenden, experimentan y reclaman para su vida, casi adoptando de slogan «vive y deja de joderme, mamón».

¿Cómo escuchar Epistolares? Yo le recomendaría hacerlo inicialmente a solas, con audífonos, sin ánimo de compartir desde el comienzo con otros, que pueden estar igual de prevenidos (prevenidas), a usted. Se lo advierto desde ya: No espere la limpieza de un tema típico de radio. Este es un disco ruidoso, corrosivo, para muchos ofensivo. Igual, si quiere, lo hará bailar. Escuchará de vez en cuando frases como «qué rico culito» (no precisamente lenguaje usado en los textos shakespereanos), pero siga la corriente, intérnese en el ejercicio retumbante. Siéntase, si quiere, en la fiesta bizarra que de vez en cuando hemos querido vivir sin lamentar, esas de amanecer crudo, pero con la sonrisa de haber traspasado las fronteras. ¿Demasiado? Puede ser. Pero quizás Akriila nos está advirtiendo que hay un sector de las nuevas generaciones que nos advierte que se puede ir más allá sin lamentarlo. Quizás nos hemos quedamos empachados con lo que nos dio Rosalía a estas alturas de la vida. Quizás, si usted se encuentra temeroso de todo esto, es mejor que se aleje, pero recuerde: Apártese y viva lo suyo. Eso si, quizás se pierda, por su prevención, una posible revolución sonora. Queda advertido.

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