Por José Gandour @gandour (foto Gabriela Manzo)

Perdónenme amigos, amigas, ponerlos incómodos desde el comienzo del artículo pidiéndole, casi exigiéndole, al señalarles que ya es hora de escuchar música valiente, momento para que ustedes ocupen buena parte de las horas que dedican a conocer nuevos talentos, para que dejen el corazón expuesto, que haya dolor en la base del esquema, sacudir el estómago demostrando que hay vida y riesgo. Hay demasiada música cómoda  en el mundo que se transforma en ridícula contaminación aérea, repetitiva sin explicación. Eso no es bueno para el alma, no ayuda a sentir que todo lo que vivimos merece un cambio, no sirve para exigir una respuesta que marque huella en cada minuto de nuestro transcurrir. Amigo, amiga, la música puede idiotizarnos o puede darnos pequeños momentos de gloria. Esto no se trata de simplemente poner lo que suena en la radio o en forma aleatoria en su plataforma digital favorita. Les pido permiso para hablar de un disco raro, sorprendente, más grande de lo que uno imagina en principio, y protagonizado por una voz, tan diferente a las habituales, que parece inventada, parece ser hecha para confundir a los navegantes entre sirenas en tiempos de desespero. Hablemos de Cabeza negra, de la artista argentina Julieta Laso.

Desde el primer corte, una grabación de apenas un minuto y siete segundos, llamado Pregón, viene la primera pregunta: ¿Por qué una producción que en una descripción somera de presentación, se espera como algo íntimo, como audio para pocos, para ocupar apenas un cuarto y sentirse atrapado en la familiaridad de la propuesta, de repente te desborda, te traga, te sujeta en la creciente excitación? Esto, si lo quieren etiquetar, es nuevo tango, sumado con folclor del cono sur. Es la tradición de décadas comprendiendo el siglo 21, tratando de convencer a nuevas generaciones que lo que suena también les pertenece, que las viejas andanzas pueden rondar sus oídos y hablar a su manera de todo lo que nos pasa en estos tiempos.

La instrumentación de este álbum es sencilla, directa, pasional, pero aumenta en su poder cuando la voz de Laso se enciende y se apodera de la habitación. Es la tormenta perfecta citando frases demoledoras que narran el caos que vivimos. Abre la boca Julieta y y tomamos sus vocablos en serio, como si los emitiera desde un púlpito capaz de hacer un resumen de cuentas, cargando con el drama suficiente para expresar la rabia que necesitamos devorar para salvarnos y quedarnos remaliendo nuestras heridas después de la edición. Insisto, hay que tener contacto con el dolor, sentirlo como propio cuando venga de entrañas ajenas, y el discurso de Laso lo expresa de manera transparente, casi torturante, bello en su esplendor.

Escúchenlo completo, son 12 canciones y apenas supera los treinta minutos de duración. Ojalá este disco les llegue al centro del pecho y los conmueva. Ojalá les llegue una dosis necesaria de inteligente y contundente melancolía para sanar la indiferencia y huir de la mediocridad sonora que nos rodea cada día. Ojalá Julieta Laso les llegue pronto al alma como todos ustedes se lo merecen.

 

 

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