Por José Gandour @gandour Fotos archivo Mel Muñiz

En tiempos de pandemia, distanciamiento social y total prevención frente al prójimo, lo que más podemos extrañar la mayoría de los humanos es el contacto humano, el roce de cuerpos, la intimidad del tacto. Muchos, seguramente, añoran el baile en pareja, tener al frente a su pareja a pocos centímetros, conteniendo el temblor en la piel, mientras la música nostálgica suena de manera sugestiva en la pista. Cualquiera de ustedes, puedo apostar sabiendo que acertaré en el fácil proceso de la especulación, ha escuchado embelesado las historias de sus abuelos narrando detalles de la época en que se juntaban en alguna fiesta o en un salón del centro de sus ciudades, vestidos con sus mejores pintas, preparados para disfrutar a media luz melodías amorosas. Ocasiones especiales en las que oían boleros, baladas, guaguancós, y otras piezas interpretadas por la orquesta del lugar, donde posiblemente brillaba por encima de los vientos y las percusiones la tremenda voz de una bella mujer que cautivaba a la audiencia. Quizás ustedes hayan visto estas escenas en películas que sintieron lejanas, pero que algún día (no me lo podrán negar) quisieron disfrutar al menos una vez en su vida.

En medio de este año desgraciado que nos ha alejado de los que nos rodean, llega Mel Muñiz,  cantante, multi instrumentista y compositora argentina, cultora de viejas artes donde se evocan los sonidos de décadas pasadas, con su catálogo de tonadas encantadoramente envenenadas de vals, swing y son caribeño. Su nuevo álbum, Aguerrida, es una colección de 10 canciones que recobran el valor y la belleza de los tonos de antaño, haciendo  pensar a cualquier desprevenido que este material fue registrado hace más de medio siglo, quizás en algún estudio de La Habana o en Miami en los días del art decó. Pero Muñiz, todo desde Buenos Aires, hace algo más que un ejercicio para los melancólicos: Logra de inmediato conectar con nuevas generaciones, las que viven en tiempos menos prejuiciosos que entonces, y les inculca, ahuyentando la vergüenza, aires románticos con lenguaje actualizado. 

Aguerrida, en su recorrido de apenas treinta y cuatro minutos, es un disco precioso, sin grietas, que invita al beso, a la seducción, a mirar por un rato el mundo de una forma más amable. Si nos ponemos (obligados) a señalar los mejores momentos de esta producción, recomendaríamos en particular momentos como Si no estás para mí (sólido bolero de despecho), Al suspirar (pieza que parece sacada de la banda sonora de un film ambientado en Hawaii), y Harta (impresionante son que trae de inmediato a nuestra memoria a leyendas como Olga Guillot o Toña la Negra). Igual, como siempre pasa con los buenos álbumes, oiga esta producción de principio a fin y elija su corte favorito. Y, ojalá, si se siente solo, sola, tenga pronto el tiempo de regocijarse con su ser amado compartiendo estos instantes sonoros.


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