Por José Gandour @gandour

En 1997, en la ciudad de Monterrey, una chica llamada Carla Reyna registra con su grabadora personal algunas de sus primeras canciones, intentando dar su testimonio de lo que vivía en esas épocas. Algunos de esos cassettes se conservan con el paso de los días, y 24 años después sirven para abrir el repertorio de un álbum imperdible, rompedor y directo, prueba fehaciente del cambio de los tiempos. Carla creció y se convirtió en Niña Dioz, y ha hecho del hip hop la tribuna de sus discursos sobre la diversidad sexual, el consumo de sustancias psicotrópicas y el jolgorio eterno, y ha logrado  un compilado de canciones, llamado Amor, Locura y otros vicios, que, a medida que lo escuchamos, confirmamos, sin lugar a dudas, que pocos trabajos han sido tan valientes en su diatriba y tan divertidos en su resultado.

Este disco de doce temas, que ha venido presentando poco a poco algunos sencillos desde el año pasado, explota en la cara de la audiencia porque no se calla nada, y lo hace teniendo una elaboración resonante notable, donde confluyen bases provenientes del jazz, la salsa, la ranchera, y otros sonidos locales, combinados con intensos beats que consiguen al instante que el movimiento orgánico sea inevitable. Este es un disco festivo, hecho para sacudir el culo y otros músculos corporales, hablando sin tapujos de la seducción, el consumo de drogas y otro tipo de euforias, pero a su vez, asume el derecho a manifestarse libremente, enfrentando la represión y denunciando la persecución ejercida por aquellos que, en defensa de las buenas costumbres, la tradición, la familia y la propiedad, se sienten amparados para censurar la diferencia y la osadía. Volviendo al aspecto sonoro, Amor, Locura y otros vicios es una placa impecable, variado en sus formas, donde cada uno de los cortes incluidos puede sonar tranquilamente en cualquier emisora del orbe, en la medida que sus programadores dejen la mojigatería de lado y se la jueguen para emitir sin prejuicio tonadas como Kamikaze, Sorpresa, Primero; Mezcal y otras joyas de esta colección de espléndida factura. Igual, aunque esos personajes radiales caigan en el miedo, eso no impide que usted pueda oír en cualquier plataforma digital y así corroborar el alto nivel de esta propuesta.

Carla Reyna, la del 97, la que luego vive todo el bullying colegial en su contra, la que siempre intentaron callar, estaría orgullosa con los logros de Niña Dioz,  su versión 2021, una mujer osada que hace música para romper con la hipocresía de los períodos modernos.

 


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