Por José Gandour @gandour

Son 20 minutos. En esta ocasión, por un instante, les propongo que no piensen en términos de compilados de canciones bajo un título unificador. Comiencen viendo un video que presenta en su respectivo orden cada una de las tonadas que dan forma a la producción, pero ni se imaginen que van a observar una seguidilla de clips que van representando a su manera cada una de las grabaciones con un tono individual particular. No. Todo es una puesta en escena que sugerimos tomar como si fuera una composición clásica dividida en movimientos que quiere crear un tono general de comienzo a fin. El video no tiene pausa y tampoco esperen demasiada acción. Todo transcurre en un apartamento bogotano con vista a los cerros orientales donde la artista (la que hemos confirmado que sí, que es la artista, después de ver sus fotos en sus redes sociales) intenta transmitirnos su estado de ánimo, ya sea mirándose al espejo o dejando correr el agua de su lavaplatos hasta sobrepasar los límites, empapando el piso de madera de la construcción. No, no hay tragedia. No hay tristeza, eso sería muy fácil de decir. Más bien hay ensimismamiento, se bajan las defensas y lentamente hay un desborde emocional, uno corto, casi que cotidiano. No habrá mares ahogando a la protagonista, nada cercano a ello.

Ahora si, volvamos al audio. Son cinco canciones, cerradas en una mezcla instrumental que busca sumergir al oyente en un viaje emocional que evita agitarlo. Si, use audífonos y piense que va en la carretera, atravesando pampas inventadas y costas de lagos imposibles. Hasta si quiere invente en el recorrido un paisaje de frailejones de páramo donde solo está el aire y quien escucha esta pieza llena de elementos experimentales donde se puede detectar el folk de toda la vida, los sonidos de los Andes colombianos y algún timbre electrónico recogido en alguna escuela europea. Este disco se llama Desvertirse y fue hecho por una nueva artista llamada Noelia Maffiold. No se asuste, como dije al principio, son veinte minutos. Disfrute la travesía. Vale la pena vivirlo. 

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