Por José Gandour @gandour

Y si, todos son instrumentos acústicos. Hasta podría decirse, en cualquiera de los tonos que se les ocurra, que esto es música que puede ser hecha en una gran ciudad o en un pueblo de apenas cien mil habitantes llamado Coatepec, a un poco más de mil metros a nivel de mar, en el estado mexicano de Veracruz. «Es muy sonido tradicional», me dice un amigo apenas le muestro la primera canción, Más o menos antes, del álbum Marchita, perteneciente a Silvana Estrada. Si, hoy suena una colección de once tonadas que, tecnológicamente hablando, podría haber sido grabado en cualquier segundo de los últimos setenta años en cualquier lugar del mundo, pero que justo llega con fuerza de huracán en estos tiempos, de manos y la voz de una chica de apenas un cuarto de siglo de edad, que logra romper el corazón de manera justa y necesaria, confirmando que la fragilidad es una cualidad que alivia si se confirma en el correcto instante.

Es «música tradicional», pero, para grabar Marchita, sospecho que el asunto no fue simplemente poner los micrófonos en los lugares adecuados y esperar que Estrada se sintiera en el ánimo preciso para comenzar a registrar sus composiciones. Tiene que haber un ambiente especial para que la cantante diga (y hunda mientras tanto delicadamente su puñal en nuestro ventrículo derecho) esas frases arrasadoras de su tema más popular,  Carta:

Y puede que eso sea cierto
Y un día también me iré
Que el amor no dura un siglo
Y el río no corre al revés

Y puede que se equivoquen
Y el miedo nos juegue mal
Y por ahorrarnos dolores
El viento nos deje atrás

En Silvana Estrada no sólo está buena parte del peso del folclor mexicano: Se siente la nostalgia de música triste de ambos lados del océano Atlántico. Reposa en su voz la bella amargura del fado lisboeta y los fandangos andaluces. Y además, apenas entona la primera sílaba se detecta una especie de alma vieja, que aunque resida en cuerpo joven, parece haber ya vivido 5 vidas pasadas durante las cuales ha dado forma a su pronunciación, a su acento, a sus textos, a sus palabras que, no en vano, traen consigo lágrimas y sano pesar:

Y si yo hubiera sabido
Que para ti yo era tan poco
Hubiera sido más prudente al entregarte el corazón
Y si yo hubiera sabido que para ti todo era un juego
Aquel verano entre tus besos no hubiera escrito esta canción

Te he perdido tantas veces
Que inevitable es el recuerdo
Y la angustia del reencuentro
De tu piel contra mi piel
Me ha costado tanto y tanto
Que Ya mi alma se marchita
Y se deshacen lagrimitas que se olvidaron de rezar

Si, es «música tradicional», pero con la fuerza suficiente como para sentir que, cuando retumba, hay un puño que atraviesa nuestro pecho, lo perfora y muerde nuestras entrañas en busca de vida. Quien haya perdido entonces hasta el último ápice de supervivencia, caerá hundido, sin saber cuánto ha perdido en su último aliento. En fin, en estos días dolorosos tenemos la suerte de contar con la presencia y las palabras de Silvana Estrada.

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