Por José Gandour @gandour

Cada vez que el multi instrumentista Gastón Salazar, más conocido en el medio musical como Gas Lab, publica un nuevo trabajo discográfico, hay una invitación implícita a elaborar una reseña con textos poéticos que intenten, de algún modo, acercarse a la inspiración que provoca el resultado de su obra. Quizás Salazar sea uno de los artistas independientes que mayor admiración me despierta, no sólo por la calidad de su trabajo, sino, también, por la forma como ha logrado crear su propio mundo, apartado de las presiones del mercado cultural, desde su casa estudio en Belén de Escobar, pequeña población bonaerense, sin necesidad de rodearse del glamour y la pesada carga de la Capital Federal, pero, a la vez, sin perder conexión real con el mercado especializado del sonido contemporáneo internacional. 

Su nuevo álbum, Jazz Cats, publicado dos años después de Blue Room, una de sus producciones más comentadas a nivel mundial, es un trabajo precedido por el buen resultado en plataformas digitales de los primeros sencillos promocionales, Drift, Ancestors y Lush, que sumaron más de dos millones de reproducciones. Lo suyo, como lo venimos observando desde sus producciones anteriores, es la fina combinación del jazz clásico de los años 50´s y 60´s, con aromas y texturas del hip hop contemporáneo. La imagen que evoca la audición de sus grabaciones puede parecer bastante apastelada, pero es como si al frente del hogar rural de Salazar, en las noches, mientras en el tejado se acomodaran gatos mestizos para escuchar a los espíritus de Miles Davis y el desafortunadamente joven extinto J Dilla jugar a sorprenderse el uno al otro, creando momentos mágicos que merecen ser escuchados, creando paz en las memorias de cada habitante de este planeta.

Jazz Cats apenas, con sus doce cortes de registro casi exclusivamente instrumental, dura media hora, pero, aún así, rápidamente se convierte en un álbum indispensable, más si queremos aliviar el corazón en territorios hostiles y huir de las obviedades violentas que nos rodean. Pero no se confundan, este no es un disco de terapia o autoayuda empalagoso que intenta rescatar dioses inexistentes. Más bien lo contrario. Es saber que no nos tenemos que inventar cuentos de magias inexistentes para comprender la belleza que nos rodea y que podemos escuchar constantemente.