Por José Gandour @zonagirante

¿Alguien le habrá contado a estos adultos peruanos, con pinta de haber transitado por muchos escenarios y tarimas, de haber disfrutado de la buena cerveza durante años, y de tener notables callos en sus manos de tanto haber tocado sus instrumentos, que, como afirman algunos expertos que se dirigen a  las nuevas generaciones, el rock and roll murió y no hay nada que hacer? Seguramente los miembros de este quinteto limeño llamado Gato Garage, antiguos miembros de bandas de la escena underground de su ciudad como Espirales, Eructo Maldonado, Atómica, Bajo Presión, Klaustro, Se Busca, QEPD Carreño, Amnistía política, Crimentales, Voz propia, Los criollos, Manganzoides, Ira de Dios, Tres al Hilo, Los Protones y Taberna77, habrán escuchado muchas veces ese discurso de caducidad, en el que se les anuncia que su discurso y su sonido está caduco y ya no emociona a nadie. Por lo que vemos,  por suerte no escucharon esos discursos desalentadores y se juntaron para publicar un álbum con la fuerza de un camión que deja callado al más porfiado de los modernillos. 

Aquí van ocho canciones, guitarreras hasta el tuétano, de  aullido grueso y ágil con el verbo, con texturas mezcladas de punk, hardcore, rock and roll de memorables épocas y pizcas de música western y country (que sirven para dar dulce aroma y descanso a los oídos no acostumbrados a este potente ruido que golpea de principio a fin). La voz de su cantante, Gustavo Medina, nos hace recordar con su voz extremadamente profunda y aguardientosa, momentos especiales de leyendas del rock español, como German Coppini (Siniestro Total) y Jorge Martínez (los Ilegales). El tono adoptado por Medina se adapta perfectamente a las letras de sus canciones, versos llenos de velocidad, desventuras, vértigo y sucios amores de bar. Un ejemplo de ello se encuentra en el segundo corte del disco, en su canción Tirana:

Ella por las noches era muy ardiente
pero ahora la toco y es indiferente
si hablo de algo, ella me sonríe
nos hace un selfie y me contradice
como una diosa, del centro comercial
se ha gastado todos mis ahorros
el alcohol el te chino, y las anfetaminas

Por las mañanas soy su mayordomo
y por las tardes la hago de chofer,
coquetea con amigos y enemigos
ya no encuentro las joyas que heredé
La veo en la tina, todo me da igual.
Siempre me convence ya no tengo remedio
si no la venero, ardo en el infierno.

En fin, nos ha llegado desde Perú una agradable sorpresa de ocho tonadas de una agrupación indudablemente poderosa, que aprovecha su experiencia para hacer renacer, como es debido, postergados estilos musicales que merecen, desde siempre y para siempre, tener presencia en las bandas sonoras de los rebeldes y los incrédulos de la efímera moda. 

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