Por José Gandour @gandour

Vamos de una vez al grano: Adoro encontrarme con bandas que amplían sus límites y se esfuerzan por tener un sonido abierto, variado, donde las canciones no se repiten entre si. Un día logran una tonada punk, el otro día juegan con los efectos de la guitarra y consiguen un ambiente más espacial, y en el siguiente encuentro, sacan la acústica, suben el volumen de los teclados y exponen sus mejores cualidades pop. Eso si, (y ya a estas alturas debemos decir que estamos hablando de la agrupación argentina Pasaje Osaka), este tipo de proyectos, para que funcionen y tengan posibilidad de conseguir un publico creciente, siempre deben estar pendientes de la fina construcción melódica y que su mensaje textual llegue de forma clara y contundente. En fin, cuando el material de este tipo de artistas  llegan a nuestras manos y nuestros oídos, no se puede perder la oportunidad de escucharlos, porque es la ocasión para sentir en ellos la honestidad de lo que en los últimos años han dado a llamar el Indie, la expresión misma de la autogestión, la música que surge en los garajes y en las habitaciones privadas, en los estudios caseros y en los bares del underground. Y, además, hay que decirlo: Los más sacrificados durante este tiempo de pandemia.

Pasaje Osaka nos trae un álbum homónimo de diez cortes, que apenas supera la media hora de duración, que simula, a su manera, una especie de montaña rusa. Lo que nos ofrece esta banda porteña residente en el barrio de Caballito es un viaje de diversos colores, que nos recuerda lo hecho por agrupaciones del ambiente universitario de hace quince o veinte años en la costa este norteamericana como Superchunk o Polvo, aunque, por otro lado, como ellos mismos reconocen, se siente la influencia de propuestas latinoamericanas como Él Mató a un Policía Motorizado, Little Jesus y Paracaidistas. Durante la audición de su compilado, pasamos por momentos veloces como los que nos ofrece la primera grabación del disco, El Jugador, o La Autopista, instantes muy rockanroleros, algunos con inspiración proveniente de los años cincuenta, para luego bajar la intensidad, y transformar el ambiente en una hoguera veraniega, como sucede con Corazón, recuperando luego la fuerza con Rocco o Dueño del mundo. Eso si, el mejor momento de este álbum, en nuestra opinión, se percibe en una preciosa balada de espíritu new wave llamada Ya es tarde, donde, como participa como voz invitada Anabella Cartolano, de Las Ligas Menores. Belleza total.

Así es: Pasaje Osaka, con la publicación de este material, hace crecer nuestra fe y confianza en las expresiones sonoras indie en medio de estas jornadas trágicas. Discos como estos llegan a tiempo para darnos aliento para festejar haber sobrevivido estos tiempos de encierro y escasez de conciertos entre los aficionados a la buena música.

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