Por José Gandour @zonagirante
Fotos Archivo artista.
Unas cuantas noticias y advertencias antes de comenzar la reseña:
- Salió No hagas que me arrepienta, tercer disco de la agrupación argentina Winona Riders.
- Siguen haciendo lo que quieren y esta vez lo hacen con más recursos y hay un mejor ejercicio de mezcla y masterización.
- En sus letras siguen acudiendo a textos que parecen sacados de las experiencias alucinógenas de turno, donde hablan de represores y chicas con «bombachitas con esvasticas», peticiones de penetración en clave morse, intentos de suicidio con cuerdas de guitarra, y fiestas sin igual.
- El álbum que están a punto de escuchar contiene altas dosis de géneros ruidosos como el Stoner Rock, el Shoegaze, pizcas de grunge y algo de inesperado folk. Si usted sufre de religiosidad extrema, puritanismo al palo, virginidad sin solucionar, complejos fascistoides o busca canciones infantiles hechas por adultos hipócritas, no se acerque al mostrador, y huya rápidamente para confesarse con su pastor favorito.
- ¿Vale la pena escuchar este compilado de 12 canciones que dura 69 minutos? Por supuesto. Se lo traduzco: Hell Yeah!
Ahora si, pongámonos serios:
Hagamos un juego. Imagine, mientras se pone los audífonos y adapta el volumen de su reproductor sonoro, que se montó a un carro con estos músicos, del oeste de Buenos Aires. Es de noche y el auto es un modelo veloz y bastante destartalado. Usted se acomoda en su asiento, creyendo que simplemente va de un lado a otro. Usted cree que el viaje es desde el asterisco marcado con la letra A, para llegar, una hora después, al punto marcado con la letra B. Usted espera un periplo sereno, sin mayores complicaciones. Claro, los parlantes revientan a todo lo que pueden dar, pero no cree que haya curvas peligrosas, avistamientos de fantasmas, gritos incoherentes y distorsiones que se salgan de madre. En ese momento lo único que oirá de mi, narrador de esta aventura, es mi recomendación de ajustarse el cinturón y concentrarse en el bajista, quien es quien, afortunadamente, conduce el vehículo. Él tiene la clara orden de ser quien mantenga el orden. Pero nadie le dijo la orden al conductor de controlar a sus compañeros.
La locura viene por otro lado. La provoca el baterista, y a partir del encendido del carro, la ampiifican las guitarras y los elementos electrónicos a disposición. Frente a usted, que quizás se muestre por instantes algo asustado, se va formando un muro solido de distorsiones y efectos resonantes psicodélicos, que van creando una deliciosa sensación de riesgo, de confusión. Si tiene dudas, mire la nuca del bajista y verá que él sostiene con solidez el volante. No tema. Viaje, nada más eso, viaje.
Las guitarras, de vez en cuando, se convierten en lobas que no dejan de aullar. Piense que está en medio de una celebración nocturna donde todo lo que ocurra será para generarle placer. Ahi comienzan las palabras:
«Si lo que hago no te gusta, ¿vas a decirle a tu papá? Sigo tomando de tu ombligo, hasta que tus ojos digan basta»
Ya dicho eso, apenas comienza a sonar el segundo corte, Hondart, usted cree que viene la modorra. Todo luce pausado, parece que las guitarras decidieron callarse, salvo algunos balbuceos. Pero luego de cuatro minutos de reposo, el paisaje se vuelve más rocoso. Hay ambiente de western, entramos en territorio comanche. Las cuerdas se vuelven poéticas.
Pronto llegará a un momento cumbre del álbum: 680/680. Siga mirando al bajista, él conoce el camino.
Quién sabe qué sustancia interviene en este trayecto, Pero el ambiente se torna denso. Hablan de policias, muñecos vudús e inyecciones para recuperar la excitación. Insisto, déjese guiar por el conductor, él sabe que usted tiene dudas, ya que comprende que usted quiere saltar, bailar, bailar, sentirse apoderado(a) por la poción resonante que se adentra en su cuerpo.
Luego viene Penetrame, una canción que parece hecha en el desierto, en un pico de euforia, donde saxos y guitarras son ascensores sensoriales que pretenden llegar al cielo. Buscando amor (en la carretera) es una tonada semi acústica que mezcla la búsqueda de cariiño, con la búsqueda de pócimas psicotrópicas:
«Buscando amor fuera del sistema, busco falopa o a mi papá».
Vamos al último tramo. No hagas que me arrepienta, la canción que título a toda la producción, es una sonata exultante de más de once minutos, que parece tener como propósito el agotamiento físico y mental del oyente, con una sonrisa extatica bordeando su rostro. Hemos llegado a destino. Apenas un poco más de una hora, pero el paso del tiempo pareció completar una semana, apartado del mundo que a usted lo rodea. Usted baja del vehículo como si hubiera llegado a otro planeta, pero sigue tirado en su propia cama, imaginando una travesía que solo ocurrió en su mente.
¿No hagas que me arrepienta es un buen disco? Es de lo mejor que ha salido este año. ¿Es para todos? No. y menos en tiempos de tantos soplones y tantas monjas modernas, que persiguen escándalos como piadoso y censurador alimento. Igual, insisto, no se lo pierda. Aquí reposa un gran ejemplo del buen rock latino que nos espera en los próximos años.