Por José Gandour @gandour

Voy a comenzar esta nota diciendo lo que me gustaría que quedara de resumen cuando alguien comente con sus amigos este artículo: Me gusta La Zorra Zapata porque sabe hacer fantásticas y conmovedoras canciones con pocos elementos a su alcance, sin sentir nostalgia por la alharaca ni por la pompa, y, al contrario, comprendiendo sus limitaciones. Esta peruana logra grabaciones directas, con sencillos elementos que cautivan a los pocos segundos de su interpretación, con una voz que no podríamos describir como la más destacada del pop contemporáneo, pero si con la ternura y la elegancia suficiente para escuchar y detallar cada palabra que sale de su boca, y creerle todo lo que dice. Es eso, es ese tipo de credibilidad, como la que esperamos de nuestros amigos y de nuestros amores, para desear poder ser felices o soportar de algún modo este mundo. Y para ello no necesitamos grandes estudios de grabación, instrumentos caros o disfrazarnos de súper héroes o heroínas para convencer a la audiencia que nos contempla.

Ocho canciones conforman el primer álbum de esta solista residente en Lima, en el cual están incluidos sus tres primeros sencillos, Increíble, Mas Calmada y Las Peores Cosas, temas que, sin exageración, podemos calificar como pequeñas joyas que enaltecen esa manida etiqueta de «indie pop». Dentro de la misma línea, es decir, guitarra, murmullos, sampler y una simple percusión, transcurren de forma parecida Llamado ciego y Hay que hacerlo. Es más, en la tonada que cierra el disco, Solo adios (La Ranchera),  apenas suenan cuerdas y voz, tal como se presentaría en cualquier fogata nocturna, casi al final de la noche, cuando no hay más remedio que cargar con la melancolía de camino a casa. Insisto, mientras casi todos buscan llegar el espectro sonoro para seducir a las masas, y la gran mayoría falla, La Zorra hizo música en la sala de su hogar y logró crear su propio mundo sin acudir a las más complejas herramientas. 

Bueno, a estas alturas, el lector me hará notar, seguramente, que Una tendencia, el primer corte, tiene una construcción más compleja, ya que desecha la intimidad de otras producciones y se arriesga a mostrarse como grito de saludo desde la ventana, es más atrevida. Es la tonada diferente. Pero si lo pensamos, se exhibe de esa manera quizás para extenderle invitación a la audiencia a entrar en casa, sentarse y quedarse callado, mientras la autora nos cuenta y nos canta sus pequeñas historias vespertinas, las que nos arrullarán y luego nos enviarán a dormir con una sonrisa merecida plantada en el centro de nuestras caras. En fín, La Zorra Zapata ha demostrado y ha confirmado ser una artista excitante que ha sido lo suficientemente valiente como para que, con sus primeros susurros, marque su espacio y nos obligue a atenderla en los próximos años como se merece.

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