Por José Gandour @zonagirante

Fotos Nora Lezano

A estas alturas del siglo 21, lleno de mentiras cybernéticas, de farsantes inescrupulosos, de fake news, de líderes patéticos que lucen extraños peinados y papadas ridículas, de turbas de jóvenes que se han convertido a la religión de la indiferencia y de la crueldad, ¿sirve para algo hacer rock and roll? ¿Vale la pena hablar del nuevo álbum de una legendaria música que hace de su voz y su estruendo un grito de protesta en medio del caos? ¿Todavía se puede creer que las formas clásicas que emocionaron a otras generaciones pueden venir de nuevo con su magia a salvar a las más recientes masas para cambiar de actitud, antes de que sea tarde? Muchas preguntas para semejante incertidumbre, pero mientras tanto, es hora de disfrutar el estreno de La cadena del mal, la más reciente placa discográfica de Andrea Álvarez, en compañía del guitarrista Tomás Brugues y del bajista Lonnie Hillyer. 

Para aquellos que se perdieron las clases de historia musical, Andrea Álvarez es baterista, cantante y compositora argentina de reconocida trayectoria en su país por haber tocado y grabado como sesionista junto a las más importantes figuras de la música popular de su país (Soda Stereo, Divididos, Charly García, Attaque 77, Los Rodríguez, Natalia Oreiro entre muchos otros) e internacional (Tito Puente, Celia Cruz, Draco Rosa). La cadena del mal es el cuarto álbum en su carrera como solista y sale como desquite a lo vivido a la pandemia y a lo que vino después:

“Podría asegurar que este mi mejor disco. Empecé a componerlo antes de la pandemia y siempre mantuvo el mismo espíritu, pero porque mi gran inspiración es la disconformidad y el disco habla de los abusos desde el poder y de la muerte del mundo que nos formó, ya no existe más y mi dificultad para aceptarlo. La muerte de amigos, de referentes, de estilos de hacer las cosas. Creo que pudimos concretarlo ahora porque seguramente éste era el momento justo.  Traté de sacarme el dolor y la rabia que me da esta época en la que vivimos porque me gusta estar feliz y no acepto la carga de la queja. El rock me ayuda para sacarme de encima el enojo y volverlo algo que valga la pena». En esta última frase está el resumen de todo, de cómo combatir la desazón de estos días. Ella lo logra al grabarlo, nosotros al momento de escucharla. 

Bueno, pero ahora pongámonos técnicos y asumamos el papel de comentaristas musicales. ¿A qué suena este álbum? Si les digo de manera simple que esto es Rock, y me alejo, puede que más de uno se asuste y se sienta incompleto con la definición, pero si vuelvo y les digo que lo que podemos escuchar durante once cortes con duración total de cuarenta minutos, es el resarcimiento de un estilo musical que sigue mereciendo la atención y el respeto de la audiencia, por más que se insista en conservar las clásicas formas. El rock, dice un viejo cliché, es cuestión de actitud, y no basta con cantar Panic Show, de La Renga, frente a unos fanáticos protonazis en el Luna Park, para ser rockero. Esto hay que vivirlo como tal, El rock, y más en estos días, no puede desperdiciar la oportunidad de seguir naciendo de la carne, la sangre y el alarido para hacer visible la realidad de tiempos presentes. A estas alturas de la resignacion y la cobardía, no es fácil exclamar a viva voz textos como estos:

Esa bala es para mí
que festejan ya no sé
los soldados marcharán
esto es una cuestión de fe
sos la muerte del rock
la muerte del rock
sos la muerte del rock

Los profetas del odiar
evangelizando así
si todos van para allá
yo ya sé donde voy a ir
sos la muerte del rock
la muerte del rock
sos la muerte del rock

Tapizaste los sillones con la piel de mis amigos
y declaraste la guerra a todo el que esté vivo
soltá soltá soltá que ya no queda nada
esa no la viste venir
sos la muerte del rock
la muerte del rock
sos la muerte del rock
sos la muerte del rock.
la muerte del rock
sos la muerte del rock.

 

Este es un disco hecho sin concesiones, rudo, crudo, que rasguña los oídos inocentes. Es un compilado de tonadas que, en medio de la distorsión y una brillante colección de riffs, hace del enojo un arte desgarrador, sin dejar de ser profundamente humano, sin disfraces, contundente, necesario para combatir tanto sainete de temporada. Igual, en medio de la descarga , hay dos preciosas baladas que dan paz instantánea. La primera se llama Dos minutos, canción donde Álvarez destapa su voz más tierna y dice, de repente:

Lo importante es hablar y no decirnos nada
es mirar pero no ver nada
para qué volar al cielo
si puedo este suelo fuerte pisar

Y al final suena Uh Uh, que, como indica el título, es un tema apaciguador, un buen remate para la tormenta que acabamos de vivir:

Voy a escuchar un disco lado A y B
se cae el cielo es una nube ya lo sé
hoy no es mañana ni es mejor que ayer
lo dijo el viento y también lo dijo él

Cerremos la nota solucionando las dudas iniciales: ¿sirve para algo hacer rock and roll?, ¿vale la pena hablar del nuevo álbum de una legendaria música que hace de su voz y su estruendo un grito de protesta en medio del caos? La respuesta es una sola: La buena música es medicina, es luz, es refugio, tanto para quien la hace como para quien la oye Son tiempos de desconcierto e iniquidad, Es hora de ponerse los audífonos y combatir.


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