Por José Gandour @gandour

Por suerte cada época musical tiene sus contradictores. Por suerte tenemos a los exponentes tercos que quieren irse en reversa, los que detestan escuchar los consejos de los supuestos expertos de cómo deben comportarse los artistas en esta era digital. Sí, hablamos de aquellos que odian recibir consejos de cómo usar las plataformas a su favor, y bostezan cuando se les acerca un especialista en la materia y trata de darles conferencias de la forma de mover su material para obtener mayor número de reproducciones. En este caso estamos hablando de un quinteto de cuarentones, con muchos años en tarima, de sonido punk (tan punk que algunos acompañan su descripción con la palabra «chatarrero»), que hablan en sus canciones de las desgracias particulares de vivir en Bogotá, con anécdotas con décadas de formación, y narraciones a punta de voces latosas que no paran de gritar fábulas de pandillas llenas de balazos y noches alicoradas.  ¿Quién, a  esta altura del juego, saca un álbum de veinte canciones, que no baja la tensión de sus distorsiones en los casi cuarenta y nueve minutos de duración? ¿Quién, en la era del reggaeton (su tiránica majestad omnipresente), sigue creyendo que el punk está vivo todavía? ¿Quién todavía sigue pensando que el pogo continúa levantando el ánimo de los más desgraciados, frente a los que se engañan cada noche con el perreo? Bueno, quizás son pocos, pero entre ellos están estos estandartes de la rebeldía capitalina colombiana, estos monumentos a la resistencia llamados Chite, quienes están estrenando su disco Radio Surfin Distrital. 

Este es un álbum de grabaciones redondas, de piezas vocales que se pegan de inmediato como chicle al cerebro, donde se habla del caos de la ciudad (Lourdes no me olvides), que escupe en la memoria de despreciables asesinos (Piloteando la ciudad de los sueños cansados), que recuerda la presencia de unos malandros particulares que aterrorizaban los primeros centros comerciales de la capital (Los Billis) y donde, de repente, sin perder la intensidad, y acudiendo a la humanidad y al cinismo, Chite se pone romántico, y canta Todo lo he dejado por tu amor, como un descanso al salpicado de sustancias prohibidas y sangres que acompañan las otras composiciones. Radio Surfin Distrital no es un disco sutil, no busca ser complaciente con los oyentes que llegan desprevenidamente a este material. No tiene estúpidas tonadas dedicadas a la selección Colombia ni pretende que sus melodías sean adoptadas por las barras bravas del  continente. Los músicos de Chite son bogotanos y describen con realismo una urbe violenta, injusta, desigual, un infierno de nueve millones de habitantes que, en medio de su decadencia permanente, por suerte se presentan como honestos y efectivos poetas de la realidad, sin pelos en la lengua y haciendo lo que se les da la gana. Contradicen todos los esquemas, pero, ¿quién duda que este nuevo disco de Chite va a ser escuchado por miles, sin importar las reglas del actual mercado?

 

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