Por José Gandour @zonagirante
Ya hemos contado esta historia antes, pero, a medida que se desarrolla, nos gusta recordarla. Ella, estudiante chilena interesada en la música va a un concierto en La Plata, Argentina, y ahí conoce a chico que tiene una banda, se enamoran y deciden juntarse, viajar y sostenerse con la música que pueden hacer en conjunto. Pasan un tiempo en México, haciendo presentaciones en cualquier lugar que los reciba, y comprueban con el paso de los días que lo suyo es recorrer el mundo haciendo canciones y grabándolas en formatos portátiles. Cruzan el charco, recorren Europa, teniendo de base Bratislava, la capital de Eslovaquia, y así consiguen mostrar su música en centenares de centros culturales, bares, pequeños auditorios y otras tarimas donde se relacionan con un público que, seguramente, no entendía sus letras en castellano, pero que supo quererlos por la entrañable sencillez de sus tonadas y por su exquisita manera de llevar a cabo el principio básico de los artistas autosuficientes: Haciendo todo por su cuenta (y con la ayuda de los amigos que hacen en el camino).
Finales de abril, Helado Infinito (es decir Loreta Neira y Víctor Bogert) lanzan su tercer larga duración, con el bonito nombre de Cancún Tokio, una fusión geográfica con aroma de periplo lejano rodeado de todo tipo de seres humanos que buscan confort en composiciones directas y satisfactorias. Este álbum, suma de diez canciones con una duración apenas superior a la media hora, es una producción ecléctica realizada en Bratislava, con espíritu lo-fi, donde se registran instrumentos acústicos, samplers, baterías programadas y la voz de Loreta, con su innegable acento santiaguino, emitiendo una seria y seductora ternura que pocas cantantes logran. Cancún Tokio es un disco variado, que suena por momentos a synth pop, otras veces a pedazos de drum & bass, otras a samba moderna y otras a neo soul. Es un compilado de grabaciones tranquilo, amable y precioso, que cuenta una historia inspiradora para todo el planeta y, más específicamente, para aquellos que creen que es posible hacer de la vida una constante excursión, bastando sólo la mejor compañía posible y las ganas de hacer el mejor ruido posible donde los agarre la noche.