Por José Gandour @gandour

Ya que estamos, poco a poco, superando la peor crisis sanitaria que ha vivido la humanidad en los últimos setenta años y que todo lo establecido está patas arriba, ¿por qué no aprovechamos a abandonar nuestras aburridas costumbres auditivas, aquellas que nos tienen apresados escuchando tanta tontería convencional, y nos pasamos de una buena vez  al lado divertido de la música? ¿No creen que es hora ya de buscar sorpresas agudas, ataques guitarrísticos inesperados, melodías que nos pidan más composiciones extrañas y menos baladas ridículas sobre cursilerías lejanas? ¿No comparten conmigo la idea de que las verdaderas estrellas en las que nos deberíamos vernos reflejados, al menos una vez al día, no se hallan en el cielo ni en los tórridos espacios de Hollywood, y, más bien, a su manera, aceptar que esas referencias de apropiada reverencia se encuentran en ciudades como La Plata, quizás la urbe con mayor cantidad de talento rockero por cuadra, lugar de residencia de cientos de maravillas en formato banda, como Virus, Guasones, Peligrosos Gorriones, Los Redondos, El mató a un policía motorizado, y muchos otros? Si, todo esto es un relato exagerado, a través del cual cualquiera puede sentirse justificado de calificarme de chiflado y desubicado, pero creo que ya es hora de salir con una antorcha recorriendo el mundo (o publicar un artículo lleno de adjetivos halagadores en un cyberfanzine hecho en Bogotá), anunciando la llegada de un gran álbum, hecho para gente que está, después de estos asquerosos tiempos, con ganas de festejar lo espléndidamente bizarro y creer que algo se puede arreglar por estos terrenos olvidados. Hablo de Cro9uis, la nueva joya del cuarteto Norma. 

No es necesario recordar que esta banda, formada en 2002, con ya cinco álbumes en su haber, ha tenido momentos mágicos de reconocimiento de parte de los medios especializados, donde sus piezas discográficas se mantienen en lo más alto de las selecciones del año, entre los cronistas y los músicos invitados, pero el gran público de su país, y de todo el continente, todavía no sabe de su existencia y de la cantidad de grabaciones valiosas que se perdió. Bueno, tampoco es que ellos hayan sido muy constantes en la promoción de su carrera y por instantes siempre hay alguien por ahí que asegura, de forma preocupada, que la agrupación ha decidido abandonar sus labores y dedicarse a otras cosas. Norma se ha desarmado, se ha reconstruido y se ha reestructurado varias veces, así que solo podemos confirmar su existencia cuando publican colecciones que nos rompen los oídos felizmente. Esta vez no es la excepción, más bien la ratificación que de su lado está el ruido adecuado, el que se rebela y quiebra lo cotidiano. Piensen en Devo, en los viejos discos de Sonic Youth, en las primeras notas de Chuck Berry, en ese tipo de producciones que apretaron las gargantas de los críticos y les hicieron pensar que el universo puede ser más amplio, conteniendo más recovecos inesperados. Así es Cro9uis.

Es llamativo cómo más de uno terminó conociendo a Norma porque el convencional artista pop Fito Páez, aquel que de vez en cuando siente la necesidad de demostrarle a la audiencia que tiene un perfil más irreverente, lanzó alabanzas sobre su trabajo. Se agradecen semejantes declaraciones, por que igual nos sirve para aclarar que lo que hace el cuarteto tampoco es música experimental anticlimática perfecta para desquiciados, ni mucho menos. La agudeza de Norma esta en darle una vuelta más a la rosca, aumentar la velocidad, revisar el uso de las palabras para cantar lo inusual, pero, ojo, no debería ser música para minorías privilegiadas ni mucho menos. Una tonada como Yisou, octavo corte del álbum, debería rotar constantemente en las mejores emisoras de América Latina. Metropolice, donde el mismísimo Páez participa con un piano clásico en medio de la tormenta resonante que desatan los platenses, es una grabación lista para hacer parte de las playlists de culto de cualquier amante de la música contemporánea. Amarnos, el single de promoción del álbum, con el saxo de Sergio Rotman, de Los Fabulosos Cadillacs, tiene todos los argumentos de su lado para ser un himno de las nuevas generaciones:

Quiero música triste que nos haga divertir
dame un poco de música triste
que nos haga divertir, dame música triste

yo quiero más canciones tristes,
no quiero más canciones de amor,
no quiero saber donde fuiste
así disfrutamos mejor
estoy harto de las canciones
que hablan de la playa y el sol
vayamos hacia el lado oscuro
y nos fumamos el dolor

En fin, si, exagerado, lo sé. Pero nos merecemos un mundo mejor, ya que hemos pasado por cosas muy feas como para que, además, la mala música permanezca y ocupe el espacio que deben habitar genios como los referenciados en esta nota. Amigo, amiga, escuche por favor Cro9uis, escuche sus nueve cortes. Le aseguro que, al menos, una sonrisa perdida recuperará su rostro mientras suenan estas exquisiteces a todo volumen en su estéreo.

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