Por José Gandour @gandour Foto archivo Perrosky

Pocos artistas se sienten menos presionados para sacar piezas magnificas que Alejandro Gómez, más conocido como Perrosky. Este chileno, que, junto a su hermano Álvaro, es dueño del legendario sello discográfico independiente Algo Records, y saca sus discos cuándo y cómo quiere, sin otra obligación, según parece, que gozarse el proceso, hacerlo como se sienta en el momento y, eso sí, respetando el concepto general de lo que puede y debe ser una canción. Por qué, eso sí, Perrosky hace composiciones redondas, tonadas que brillan porque cierran siempre el concepto, y cuando terminan de ser emitidas en el estéreo, uno ha comprobado una y mil veces que comienzan, se desarrollan y terminan sin que sobre ni falte nada. Así se puede comprobar nuevamente en su nuevo disco Uno de verdad, un compilado de diecisiete grabaciones cuyo recorrido parece un agradable álbum de fotos, de recuerdos de todo tipo, hecho con cámaras de todo tipo, desde la clásica Instamatic, la inolvidable Polaroid o cualquiera de las máquinas sofisticadas de estos días.

La referencia fotográfica nos viene a la memoria cuando escuchamos este material, por que, así como en Uno de verdad oímos temas hechos únicamente con instrumentos de cuerdas acústicos, y luego, al segundo, sentimos electricidad, luego largos momentos de pianos y otros más cortos de sensaciones digitales. Aquí hay shoegaze, blues, rock clásico, country, folk. Igual, aunque se sienta que hay temas grabados directamente en el campo, con la intervención de vientos, animales de granja y las voces de los niños, y al siguiente instante se siente la pulcritud del estudio, se conserva la unidad, todo está bien atado en un mismo paquete. ¿Qué hace este disco tan compacto en medio de su diversidad? La respuesta está en el sencillo humor del artista, su ternura y su honestidad en el proceso. Y, eso, amigos, amigas, no es fácil de conservar en la música de este siglo. Este es un hombre maduro que lo mueve las simples ganas de hacer buen rock and roll, sin caer en las trampas de las modas o en las sugerencias de ser como no es, confiado en que habrá gente en cualquier parte del mundo con ganas de escuchar las piezas afables que él hace. Decenas de miles de personas alrededor del mundo así lo confirman.

¿Tonadas destacadas? La primera que viene a mi memoria es Simple, una deliciosa balada de texto emotivo, cuya letra parece resumir el sentido de todo esta producción. Otra es Caballo salvaje, un tema country y voz distorsionada, de temática infantil que puede cualquier adulto escuchar sin complejo. Y, si me permiten una tercera recomendación, nombraría el último corte, Dale el sol. Perrosky, en sus últimos trabajos, se ha permitido cerrar con su faceta más experimental, en la cual, seguramente, se da más tiempo para jugar en tiempos de mezcla e inclusión de novedosos elementos que no intervienen en sus otros registros, y en este caso, se da el permiso de montar muchas capas vocales reverberadas, puestas al mismo volumen de los otros instrumentos, buscando sensaciones mas cercanas a la psicodelia sonora. Igual, ahí sigue destacando el mismo Perrosky que hace luego todo lo contrario, con una guitarra de palo y seis cuerdas de nylon. Es así, como lo tratamos de decir desde el comienzo: Uno de verdad es un viaje de cincuenta minutos de duración donde el artista hace lo que quiere con lo que tiene, y aún así, siempre convence porque conserva su espíritu. 

 


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