Por José Gandour @zonagirante
Fotos Archivo artista.
El mensaje es concreto, y en su corta duración se vuelve convincente. Apenas todo dura 19 minutos y pocos segundos más, pero la sensación se inyecta en nuestros oidos y se recibe con claridad. Son apenas siete canciones (y una sirve de intro, una presentación ambiental de lo que viene). Pero en este disco, titulado No sabemos cómo, del artista montevideano Toto Yulelé (Rodrigo Odriozola en sus documentos formales), basta poco tiempo para meterse en la película del autor y comprender de qué habla, fascinarnos con su obra y sentir que él es parte de lo que nosotros también queremos contar.
Desde hace un par de años Toto Yulelé se estableció en Buenos Aires, seguramente buscando una plataforma más amplia de difusión, pero sin abandonar sus intensiones sonoras iniciales. Ojo, el nuevo disco del uruguayo es más eléctrico en su esquema instrumental, pero no se pierde la intimidad de antaño, cuando lo conocimos, acudiendo a las texturas acústicas para sus composiciones. Este disco es más maduro y tiene una producción más compleja frente a lo publicado anteriormente, pero el artista sigue conservando el sensible relato de pequeñas historias, eventos cotidianos que quizás, de tanto vivirlos no los observamos y los dejamos pasar de lado, sin darnos cuenta de su importancia o de su posible impacto en nosotros. Por eso es fácil enamorarse de una canción como Ropa Vieja, una tranquila balada que hace inesperadas metáforas entre el secado de prendas recién lavadas con la aspiración al ejercicio del beso, o escuchar con deleite una tonada como El silencio, una cortisima descripción de un minuto y medio donde el mutismo, la falta de palabra, se representa acudiendo a frases como «el silencio es de quien lo pueda callar» o «el silencio es la soledad de fumar o un ascensor entre dos que no se pueden mirar». Sencillo, si, posiblemente ya se dijo, pero Toto lo sabe cantar y luego logra esconderse en nuestra memoria.
Mi momento favorito es el corte final, el que da título a la placa. No sabemos cómo es una tonada que sabe combinar las percusiones del candombe y la nostalgia que contiene el indie folk. Su variedad de texturas, algo menos presente en tiempos pasados, emociona y demuestra el abanico de posibilidades que ofrece el artista en su nueva placa discográfica. Las voces complementarias de Maria Pien cierran de forma ideal todo el paquete.
Dense una oportunidad, son menos de veinte minutos. Igual pongan este compilado de canciones en loop, y se darán cuenta que después de un rato, quizás con dos o tres rotaciones completas, que ese tiempo vivido fue más liviano, más sincero, más nuestro. Ojalá les ocurra eso e incorporen a este uruguayo en sus bandas sonoras personales.