Por José Gandour @gandour

Si, por ahí siguen saliendo álbumes, hay todavía quienes se atreven a decir que se van a sentar en su sillón favorito para escuchar el nuevo disco de alguna reciente luminaria. Muchos de los que se ponen en esa tarea parten su misión en uno o varios segmentos. Siempre hay algo que los interrumpe, ya sea el celular, el chat con el amigo, la tonta revisión de Instagram o  el maldito Tik tok. Y más si estamos oyendo a través de Spotify u otra plataforma digital, cualquier frenazo es posible, casi que inevitable. Escuchar un álbum nuevo completo en estos días es una de las demasiadas actividades de entretenimiento y, una vez se hace, muchos no repiten, sienten que han cumplido con la misión. Comentarán con sus amigos en alguna ocasión que escucharon la reciente producción, harán un análisis disimulado entre lo que le gustó y lo que no alcanzó a captar, y sus compañeros aceptarán su discurso y le prometerán hacer lo mismo pronto. Está claro, los tiempos han cambiado y hay muy poco por hacer al respecto. ¿Quién se puede dar el lujo de apartarse, ponerse los audífonos e ignorar al planeta entero, fascinándose, como en este caso, con 14 canciones, cuya duración acumula un poco más una hora de duración en total, y una vez terminada la labor, puede repasar los detalles la magia que acabamos de captar? Si fuera un artista primerizo en estos días, ¿Fito Páez lograría inventarse El amor después del amor en 2022?. 

30 años después podemos traer la reflexión de todo lo que hemos perdido con el avance de la tecnología, o al contrario, celebrar que este álbum puede ser escuchado en cualquier parte del mundo con solo hacer un click. Fito Páez sigue siendo un artista más que vigente, y de manera inteligente ha revitalizado y resignificado el concepto del pop constantemente, siendo muy pocas las decepciones de su carrera y, al contrario, teniendo explosiones notables en las últimas décadas. Sus tonadas han tenido una brillante vejez y un montón de generaciones de aficionados siguen cantando, como si las hubieran oído por primera vez ayer, temas como Un vestido y una flor, Tumbas de la gloria, y obviamente la grabación que da título a esta obra maestra.

En 1992 los artistas latinoamericanos destacados (no muchos, hay que decirlo), podían entrar al estudio, con tiempo y presupuesto, a romper esquemas, para conseguir dejar boquiabiertos a los oyentes. Las disqueras, no siempre los mejores socios, sabían que había músicos en los que podían arriesgar para impresionar al planeta. Y, si lo escuchamos a fondo en este instante, todo este tiempo después, comprendemos que El amor después del amor es un disco deliciosamente ecléctico, en tiempos en los cuales se estaban desordenando las cajas cuadradas de la música de los ochenta. Es un álbum que abre invitando al baile, inspirado en las fiestas de las ciudades británicas de Manchester y alrededores. Da pie a  la psicodelia, del éxtasis, de salir a la pista a danzar como si nadie lo fuera a ver a uno- Pero lo llamativo es que la fórmula no se repite. Lo que sigue es rock con evidente etiqueta argentina, muchos elementos jazzísticos, folclor del interior  y tango porteño en determinados puntos: Es el grito de fierra que pocos vocalistas en el continente logran con tanta gracia. También es la rabia que se expresa desde el comienzo de sus días, pero ya con la visión de un hombre que quiere divertirse y expresarse más directamente, sin sentir necesidad de pedir permiso. Es el Páez soberbio de siempre, el que mira a muchos por encima del hombro, pero confiado de que lo que estaba presentando venía a arrasar, no había ninguna duda. Luego, la cifras le dieron la razón: 700000 discos vendidos en su país, siendo el título de catálogo físico más adquirido de la historia de Argentina y, hoy por hoy, ya sumando en Spotify en total más ciento cuarenta millones de reproducciones. 

¿Es el mejor disco de Páez de su historia? Podemos discutirlo. Disfruté mucho La Ciudad Liberada, y obviamente adoro su álbum clásico Ciudad de Pobres Corazones. Pero El amor después del amor marcó un antes y un después y sigue vigente tres décadas luego, y muchos buenos seguidores, por el simple hecho de la celebración y la conmemoración, andan por ahí, intentando lograr la paz de audición que tuvimos algunos cuando se saló a la venta y pudimos retirarnos, con nuestro estéreo a todo volumen, del mundanal ruido, poniendo el mejor rostro de recuperación de la alegría en soledad. 

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