Por José Gandour @zonagirante

El folclor, si desea sobrevivir más allá de lo arqueológico o lo antropológico, debe evolucionar, Debe dar señales de constante cuestionamiento, sin importar si sólo acude a los instrumentos tradicionales o si se le añade un catálogo de sonidos de otros orígenes y otras tradiciones. La idea es que cada generación se apropie a su manera de los ritmos y texturas sonoras que son propias de su área geográfica y exprese el cambio de los tiempos a través de la interpretación contemporánea de sus maestros. Es aplicar es e viejo dicho que se lo endigan al físico inglés Isaac Newton, que dice «Si he podido ver más allá es porque me encaramé a hombros de gigantes». Con el folclor ha pasado lo mismo: se respeta el origen y es la base de todo, pero se miran horizontes más amplios para llegar a más gente dentro y fuera de nuestras fronteras. 

La etiqueta «Electropical» (aquí viene el siguiente punto) comprende cómo las  costumbres originarias de la resonancia de nuestros espacios caribeños y las motivaciones sonoras de las tierras del océano Pacifico ecuatorial, se han unido, en busca del baile y la euforia, con la tecnología moderna.. Este es un laboratorio sonoro que ya lleva varias décadas, y que, en su proceso, ha aprendido a combinar más complejamente las diferentes raíces de las que se compone. Antes, quienes lo intentaban, pensaban que era una simple suma de condimentos pasados por el software del momento y, en muchos casos, se quedo en mezclas insulsas y torpes que lucían más a insultante colonización de quienes venían a saquear lo que se daba por estas tierras pra incorporar «exotismo» a sus obras, que cualquier otra cosa. Por suerte, ya a estas alturas del siglo 21, la mezcla es más sensible, más inteligente, más orgánica. Ya no es más el vendedor de medicinas feriales que le sumó hierbas locales a la Coca Cola y creyó que en su producto contenía toda la sabiduría ancestral.

La agrupación colombiana Maigual hace parte de esa evolución y lo confirma en su nuevo álbum Marea. Este dúo, conformado por Marisol Arévalo y Álvaro Vargas, presenta un evidente crecimiento en su obra, a la hora de presentar este compilado de once canciones. Lo primero que hay que advertir felizmente de Marea es que es una producción sensual, en el más generoso sentido de la palabra. Esta es música carnal, que se siente en los poros de la piel, que hace que el movimiento corporal sea honesto, seductor, apasionado. Pero la elegancia no se pierde, eso no es la suma de cacerolazos chabacanos que se apoyan en el grito obvio y la vulgaridad palurda. Marea es la voz sugerente en el oído que sugiere beso al vuelo, salto, danza, caricia. Además es un acoplamiento adecuado y exquisito de cumbia, folclor andino, house, rock, funk, hip hop y pop, que se puede disfrutar en la vehemencia de una discoteca o en la intimidad de los audífonos. A mil, el primer corte del álbum, es una canción para que reviente en los inmensos parlantes de un estadio y Amada Oscura, una especie de sombría balada, que cuenta con la colaboración del rapero Loko Kuerdo, es una tonada que puede respirarnos en el cuello y calmar las fieras que nos invaden de cuando en cuando. El mejor momento, en mi opinión, se da cuando suena Cinco Secretos, una copla perfecta para disfrutar en cualquier viaje nocturno, cualquier antesala al placer venidero, cualquier piel de gallina que tengamos a la hora definitiva. El trabajo guitarrístico de Vargas es espléndido.

Maiguai ha publicado una placa que puede ser escuchada sin prevención en cualquier parte del planeta, sin desentonar con las expectativas de los que esperan el siguiente paso de la mixtura entre lo tradicional y el hoy. Ser actual es mirar unos pasos más adelante y conmover a los que quieren captar el sentido del momento y, en eso, este dúo ha cumplido con dicha misión. Amigo, amiga, Marea es un buen disco, no lo dude: Aproveche a escucharlo y hacerlo propio para la próxima temporada.

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