Por José Gandour @zonagirante (Imágenes proporcionadas por Surfer Gorilla)

No vamos a permitir que este disco se pierda en el ostracismo. En la medida de nuestras posibilidades, intentaremos que todos ustedes conozcan esta gema sonora que, de otra manera, quizás, por puro milagro, ustedes encontrarían quizás en la colección de objetos curiosos de algún aficionado obsesivo que se amontonan en el cajón de objetos únicos e irrepetibles. Bueno, no exageremos, está en todas las plataformas digitales, y ustedes lo pueden escuchar ahora mismo, pero sería precioso si una buena disquera independiente, tipo ZZK Records, Ninja Tunes o cualquiera de esas empresas que andan siempre buscando material con esencia sorprendente descubrieran este proyecto hecho entre, por un lado, un colombiano y un venezolano, residentes en la ciudad de Santa Marta, y, en la otra esquina, a unos cuantos cientos de kilometros más a la izquierda y más al norte, un costarricense adicto a los samplers. Esta es una fusión formada por la curiosidad y el enamoramiento resonante a la distancia. Por ello, Surfer Gorilla y Tríptica se unieron para crear su mundo propio, conformado por 15 registros sonoros, llamado Planetarica.

Al escuchar este álbum, lo primero que viene a mi cabeza es un agradecimiento profundo a aquellos maestros del hip hop de vieja data  que le enseñaron a las siguientes generaciones el digno arte de recuperar pedazos de viejos recuerdos musicales y adaptarlos a los tiempos contemporáneos. Reciclar y reelaborar es sano, y por suerte ese espíritu de libertad resonante sin culpa y con ánimo de goce persiste y hace más grande la música de hoy. Este disco, hecho, evidentemente, con total inspiración geográfica que rodea a los protagonistas, es una brillante combinación de música electrónica, grabaciones de otros tiempos e instrumentos ancestrales acústicos. Tiene buen humor, sustancia experimental y necesidad de danza. En su misión de crear baile, acude a un montón de ritmos de la región, los deconstruye y los adapta al sello de esta fusión artística. Es el Caribe en toda su extensión, sonando en el siglo 21, y con el deseo y la capacidad de ser oído y atendido sin ninguna prevención en todo el orbe.

Este compilado, si nos ponemos técnicos, contiene son, champeta, calipso, cumbia, afrobeat, bullerenge, guaguancó, rocksteady, conga, mambo,  y otros géneros de las Antillas y de las costas atlánticas al norte del la línea del Ecuador, encapsuladas en un paquete tecnológico urbano que les permite convivir en paz, armonía y constante rumba. ¿El mejor momento? El tercer corte, Looking Up, un himno bilingüe a cargo de dos invitados, Diggis y 4 cabezas, que da aroma de atardecer playero envuelto en sanos humos y una buena y fría cerveza.

Insisto, al ser elaborado y promocionado «artesanalmente», este álbum se puede perder en el marasmo de la montaña de producciones independientes a las cuales la masa no les pone atención por no venir con una publicidad intensa detrás, pero si usted está buscando algo que pueda aliviar su oído de tanto ruido innecesario, y presumir frente a sus seres más próximos del descubrimiento de un disco genial, que vale la pena adoptar en su banda sonora cotidiana, súbase a este camión estruendoso y compártalo con quien pueda. La idea es que sean muchos y muchas quienes puedan celebrar con este pequeño tesoro.

 

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