Por Rodrigo Ricardo @hhdrums
Sé que puede sonar muy cliché la frase “la música es cíclica”. Y, probablemente lo es. Pero no por eso deja de ser una verdad indiscutible y mucho menos en la época que vivimos, cuando se cree que no se puede crear algo realmente auténtico. La década pasada fue una especie de “revival” del New Wave y del Post – Punk, en la cual se vio el surgimiento en el mainstream de bandas como The Killers y Franz Ferdinand. Adentrándome en los sonidos que salen de las entrañas latinoamericanas, me he percatado de que, curiosamente, se está dando el mismo fenómeno, pero ya con los sonidos alternativos que nacieron a finales de los ochentas y principios de los noventas. Quizás ello se deba a que quienes estamos haciendo música por estos tiempos crecimos escuchando y viendo todo lo que invadía a MTV (cuando era un canal de música, no de realities pendejos y de reggaetón).
Un ejemplo de lo escrito es la banda chilena Subsocial, fundada en el año 2010, y que nos presenta su segundo LP, llamado Houdini, en el cual se amalgaman sonidos de diferentes procedencias del espectro musical, pero en el que destacan la psicodelia característica del Stoner Rock y la rapidez rabiosa del Grunge (Sí, sí… Ya sé que mi entrada anterior fue sobre una banda grungera pero ¿cómo le hago para que no me guste?).
Son nueve canciones bastante disfrutables las que nos regalan estos amigos santiagueños. Desde la poderosa instrumental M de sado, pasando por la atmosférica Antropofagia, la punkera Promesas del ayer, la reflexiva (con tintes de Reggae), hasta cerrar con las más Stoner Houdini y Mal, Subsocial nos hace viajar por una producción fiel al espíritu desértico y psicodélico fundacional del subgénero que representan.
Podemos quedar tranquilos, entonces, sabiendo que las Dessert Sessions (hito fundacional de bandas como Queens of the Stone Age, Kyuss y Fu Manchu) han dejado un legado que continúa vivo en la escena mundial. Su esencia ha sido captada por Subsocial y, muy sinceramente, espero que continúen desarrollándola porque, como decimos por acá: ¡LA ROMPEN!