Por José Gandour @gandour

El relato de las grandes luchas en nuestro continente se ha exhibido de una manera excesivamente masculina. Claro, ha habido grandes héroes  que nos han inspirado y que merecen nuestro profundo respeto, con sus aciertos y sus desgracias. San Martín, Belgrano, Bolívar, Morelos, Morazán, O´Higgins… Hombres blancos criollos que fueron retratados en grandes cuadros y en ilustraciones a todo color en los libros colegiales, donde se les presenta como  los únicos responsables de todo lo ocurrido en el desarrollo latinoamericano. La mayoría de las veces escuchamos que el papel de la mujer en los eventos independistas del hemisferio era consolar a las tropas, encargarse de los eventos sociales de celebración y decir, por momentos, frases claves para salvar de peligrosas eventualidades a los próceres. Y cuando todo esto se establece, llegan nombres como el de Juana Azurduy a romper debidamente los esquemas, y a confirmarnos que no todo lo que nos contaron en la escuela era cierto y que hubo grandes ejemplos femeninos de valentía y lucha en el campo de batalla. Es necesario recordar que Juana Azurduy fue una patriota del Alto Perú que luchó en las guerras de independencia hispanoamericanas por la emancipación del Virreinato del Río de la Plata contra la Monarquía española y asumió la comandancia de las guerras que conformaron la luego denominada Republiqueta de La Laguna, por lo que su memoria es honrada en el sur del continente. Fue coronel del Ejército de Bolivia, ascendida post mortem a Mariscal y Teniente Coronel del Ejército Argentino, ascendida post mortem a General. A pesar de su valentía y sus innegables resultados en batalla, murió en la peor de las pobrezas, y negada por los suyos.  En un acto tardío, se recuperaron sus restos, que fueron depositados en un mausoleo que se construyó en su homenaje en la ciudad de Sucre.

En fin, la historia de este ícono del Alto Perú es un símbolo claro de la necesidad de reconstruir la forma como vemos lo que sucedió y lo que aún sucede en nuestro continente. Es un referente que sirve de guía para la lucha que las mujeres de este continente han emprendido desde siempre por sus derechos. Por ello, el artista argentino Nación Ekeko ha tomado la canción Juana Azurduy, con letra de Félix Luna y música de Ariel Ramírez, conocida popularmente a través de la interpretación de Mercedes Sosa, y ha montado una versión contemporánea con la colaboración de Julieta Venegas, Hilda Lizarazu y Miss Bolivia, añadiendo segmentos de los discursos de Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, logrando una versión preciosamente contemporánea, mezcla de tradicionales sonidos andinos y cadencias electrónicas. El video es una intensa combinación de manifestaciones callejeras producidas en los últimos cincuenta años, que van desde las rondas clandestinas de las madres y abuelas que en Argentina habían perdido a sus hijos e hijas por obra y gracia de la represión dictatorial y sus denuncias a la poca prensa extranjera que las atendió, hasta las masivas marchas contra la violencia del patriarcado y el derecho al aborto libre y gratuito. El clip es una suma intensa de imágenes que arrugan el corazón, donde nos damos cuenta, si alguna vez nos olvidamos de ello, que las principales batallas de nuestros tiempos han sido emprendidas por mujeres de todas las edades, razas y orígenes, mujeres que no van a permitir que se las borre de la memoria ni de la redacción de la historia. Ellas (ustedes), nuestras abuelas, madres, hijas y nietas, son las que le están dando una nueva forma a nuestro mundo y saben, como dice la canción, recordando a la mariscal heroína, «que la revolución viene oliendo a jazmín».