Por equipo de Zonagirante.com @zonagirante

Los Machetes La bola de cristal

A dos mil seiscientos metros sobre el nivel del mar, rodeado de montañas que (afortunadamente) permanecen verdes y con un intenso frío que cala cada madrugada, una agrupación conformada por integrantes procedentes de clásicas bandas locales, como son 1280 almas, R.A.Z.A., Nanouk el último esquimal y Sagrada escritura, ha decidido recrear a su modo el sonido western para expresar su aguda inconformidad con lo que sucede en Colombia. Usando en ágil edición como apoyo imágenes de archivo de lo sucedido el 9 de abril de 1948 y otros instantes dignos de ser olvidados en la historia (chiquis, hora de investigar sobre uno de los momentos más lamentables de Bogotá y sus alrededores), lanzan su nuevo material, una canción que va directo a la emoción, a punta de veloces instrumentos acústicos y voces que parecen sacadas de la proclama de cualquier taberna popular que se respete en este lado del mundo. Los Machetes, quinteto de personajes con amplia experiencia en la escena musical capitalina, llegaron pisando fuerte, para convencer a propios y extraños que lo suyo es el sonido adecuado para las épocas que vivimos.

Labaq Doidoidoi

Lo primero, la percusión. Prepare su corazón para el momento que entran las primeras notas bajas y devoran sus latidos al instante. Luego, como contraste, escuche la tierna voz que contradice a su manera las imágenes caóticas que nos presenta el clip, donde vemos el desorden y el cúmulo de objetos que juntos representan lo absurdo y, a la vez, lo cercana que es dicha anarquía casera. Labaq, artista brasileña no binarie, residente en Portugal, nos trata de advertir sobre su tristeza pero al mismo tiempo nos muestra que todo lo que siente es similar a lo que cualquiera de nosotros (nosotras, nosotres) vive en una crisis emocional. El bombo sigue perforando el pecho de los presentes y vemos en escena juguetes, discos, mucha ropa, viejos televisores, y, sin embargo, por inteligentes juegos lumínicos, nunca vemos de forma clara el rostro de Labaq. Observamos sus marcas en la piel, sus movimientos, pero nunca su cara. Sigue el bombo y nos contagiamos de este pop raro que, en un descuido inesperado, nos ha cautivado.

Rocío GalArriba

Quienes intentan romper los esquemas y lograr un sonido propio merecen que se les abran las puertas de cualquiera de los paraísos que existan en este extraño mundo. Todos esos personajes que encuentran buenas excusas y grandes ideas para transformar el arte sonoro deben conseguir nuestra atención, al menos por un segundo, un minuto, lo que dura el llanto en estos días. Pongan atención a lo que hace esta argentina. Lo suyo es resultado, al menos lo que se escucha en esta canción, de influencias que uno no esperaría ver juntas tan fluidamente. Aquí oímos ruidos similares a los propuestos por Radiohead, y a la vez sentimos el humor particular de Juana Molina. También percibimos un aroma de tierras cercanas, texturas que parecen haber sido prestadas por Susana Baca. Pero, ojo, no nos quedamos en el llamativo desarrollo de la mezcla, más bien alabamos la genialidad del resultado que llega a nuestros oídos. Para completar, esta tonada se promociona con un clip que hace homenaje al movimiento, cuerpos que responden perfectamente al ritmo, marcando rutas inesperadas. Definitivamente un gran trabajo.

 

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