Por José Gandour @gandour
La sencillez tiene su elegancia. La sencillez tiene su riesgo. En el fondo esa es la enseñanza que trae ver el documental del proceso de grabación del álbum Salvavidas de hielo, del uruguayo Jorge Drexler.
Asumir la sencillez como ideología para la realización de un trabajo artístico, teniendo a su disposición todos los elementos precisos para complicarse, no es fácil. Siempre hemos escuchado esa frase «Menos es más» y, la verdad, es que suena bien pero pocas veces se consigue. Drexler, a punta de voces, guitarras y usos percutivos de los mismos instrumentos de cuerdas utilizados durante la grabación, contradice la necesidad de llenar todas las frecuencias sonoras y, aún así, logra una labor íntima, emocionante y madura. Este no ha sido un ejercicio para adolescentes, ya que se trata de limpiar más que llenar los espacios, jugar con la profundidad de la liviandad y decir lo que hay que decir de manera directa y sin arandelas. Durante 23 minutos, y luego de un poco más de un año de haber entrado a estudio a grabar las canciones, vemos a Drexler y sus colaboradores en pantalla en un proceso de producción discográfica que se llevó a cabo invitando constantemente durante su marcha al compromiso de dar más corazón que estrategia, y donde la valentía hacía parte vital de la certeza del buen quehacer. Vemos pasar frente a la cámara a Natalia Lafourcade, Mon Laferte, Julieta Venegas, El David Aguilar y otros artistas que se notan conmovidos de haber sido convocados a participar en esta faena, y grabar de una manera que ya no es usual en la industria: De frente, exponiéndose con la sobriedad de las circunstancias y defendiéndose con lo que da su talento y su sensibilidad.
El documental nunca promete ser una pieza intocable del arte cinematográfico, pero si es un buen resumen de lo acontecido durante el registro de un álbum que ha conseguido ser muy exitoso en el mercado hispanoamericano. Se agradece, y ese es el principal halago que podemos designarle, porque es una muestra honesta de cómo se puede asumir la realización de una obra apasionante y serena sin morir en el intento.