Por José Gandour @zonagirante

Aclaremos desde el principio las cosas: Soy lo que algunos llaman un judio no practicante. No voy a una sinagoga hace un muy buen rato (la última vez, si mal no recuerdo, fue para decir Kadish por mi tío Zusel, hace ya más de treinta años). Tengo poco y casi nada de contacto con la comunidad de mi ciudad, aunque un amigo no residente en Colombia de vez en cuando me cuenta las novedades que suceden a pocas cuadras de mi casa. En mi adolescencia, después de hacer  mi bar mitzva, mientras estudiaba en el Colegio Colombo Hebreo, tuve durante varios años resistencia a la idea del sionismo activo que se impulsaba en mis clases de religión y de historia. Llegué a admirar a Yaser Arafat, sin entenderlo realmente, e hice (involuntariamente) llorar y renegar de mi a una profesora que era toda una institución en el establecimiento. Por una ironía de la vida, asuntos universitarios varios, terminé viviendo en Israel durante un año, en dos kibutz (uno de ideología socialista y otro más moderado en su posición), todo durante la guerra en el Líbano, cuando el ejército había cruzado las fronteras para llegar a Beirut a aniquilar a la OLP, y salió luego con más enemigos de los que esperaba, involucrándose en la masacre de Sabra y Shatila, y no obteniendo los resultados de pacificación que esperaba. Entendí, viviendo en Hatzor Ashdod y en Hanita (éste, a 40 metros de la frontera norte), que lo que sucedía ahí no era un simple enfrentamiento entre «malos y buenos», que el asunto era muchísimo más complejo de lo que creía y que, siendo simple en mi conclusión, era mejor adherir a la idea de un territorio con dos estados, el israelí y el palestino, viviendo calmadamente y con respeto a sus límites geográficos. Sostengo desde entonces ese deseo.

Dicho todo esto, hago esta diatriba contra la guerra en un medio tradicionalmente suscrito a hacer notas sobre música latinoamericana. Lo hago por una necesidad personal de aclarar mi cabeza y hablarle a un par de amigos y familiares y, quizás esperando que otros lo lean y lo compartan. Este es mi espacio y, en esta ocasión, quiero disponer de él para desahogarme y poder limpiar algunas telarañas de mi cabeza. Vamos por partes.

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Lloré el día que, mientras trabajaba en el almacen de mi familia, mi amigo Benny me llamó a contarme del asesinato de Isaac Rabin, a cargo de un ultra derechista israeli que estaba en contra de los acuerdos de paz con la Autoridad Palestina. En ese momento, a medida que me iba enterando de los detalles, pensé que todo intento de concordia iba a ser imposible. Se confirmaba el momento de los extremistas, de lado y lado. Las dos partes institucionales perdieron la oportunidad de superar la desgracia y por obra y gracia de los enérgumenos todo empeoró. Desde ahí cobraron fuerza los grupos yihadistas como Hamas y los nacionalistas judios de corte fascista. Lo que hacía una parte, activaba la barbarie del otro lado. Se hacía más fuerte el canto que proclamaba «Del rio al mar»,  para incitar la expulsión y aniquilamiento de todos los israelíes y, por el otro lado, las proclamas de aquellos que llamaban a los árabes cucarachas dignas de ser exterminadas. Se intensificó la ocupación de territorios por fuera de las fronteras de 1967 y se construyó un deleznable muro que es una vergüenza para la humanidad. 

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Me ofende bastante que alguien defenda a Hamas y crea que sus métodos terroristas son los adecuados para defender y exigir los derechos de los palestinos a su tierra. Lo ocurrido el siete de octubre fue asqueroso. Parece ejecutado por animales salvajes sedientos de sangre. Es demasiado mordaz caer en cuenta que muchas de sus víctimas eran personas lejanas del pensamiento autoritario de Netanyahu y sus socios de gobierno. Y ni hablemos de la cantidad de niños acuchillados que hubo en dicha «operación».  Amigos de la música: piensen que ustedes están en un festival, disfrutando del baile, las risas y de la multitud, y de repente, de la nada, sale un ejército de bárbaros a matarlos y secuestrarlos por estar ahí. ¿Se acuerdan de Bataclán, en París?  ¿No se escandalizaron en el momento que se desató la matanza en el Supernova Festival? Ok, es lo mismo, no nieguen la gravedad de esto por el hecho de haber sucedido en Israel.

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¿Y ahora? ¿No voy a decir nada de lo que hace el ejército de Israel en Gaza? Por supuesto que sí. Estoy convencido que Netanyahu soñaba y deseaba todo esto. Se sabe que desde Egipto, varios días antes, le advirtieron al gobierno israelí de los movimientos de Hamas. Bibi los ignoró y luego hizo de toda la matanza dentro de su área de dominio la excusa perfecta para perpetrar lo que ahora abiertamente podemos llamar un genocidio. ¿Que Hamas ya contaba con eso, y obligó a la población a asumir su papel de mártires de la causa? ¿Dudan acaso de que los dirigentes de esta organización se alegren mientras dan las cifras de niños muertos en la retaliación? Ahora, otra vez, démosle la vuelta a la tortilla: ¿Eso hace menos sanguinario lo asumido por Netanyahu? Claro que no. Además, sus socios de coalición, que son más extremistas que él (vaya que sorprende que eso sea posible) están pidiendo lanzar la bomba nuclear para acabar con el problema (además de asesinos, son unos brutazos de cuidado). Netanyahu tampoco hace mucho al respecto de los actos de antisemitismo que han crecido en el mundo por sus decisiones, eso hace parte de sus planes.  Y por más que buena parte de la población israelí pide a gritos su renuncia, hay oídos sordos y actitud de dictador, con perros de caza que ya buscan a sus enemigos internos para callarlos como sea. ¿La democracia? Si, gracias, salió de paseo por tiempo indefinido. Espere sentado a que vuelva.

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Mi amigo Sergio, en nuestra última conversación, me comentó que los hijos de algunos de mis compañeros de colegio, que se trasladaron a vivir a Israel hace un tiempo, están en la reserva del ejército y han sido llamados a la línea de combate. Ruego para que pronto regresen a sus hogares sanos y salvos. Por otro lado, mi sobrina, que vive en Portland, quiere salir a protestar contra la masacre en Gaza. Alguna gente que conozco, y que no dudo que tenga buena fe en su pensamiento, proclama en redes sociales su apoyo a Palestina y cae en la trampa de llamar a «todos los israelíes» responsables de las muertes de la invasión. ¿Hay apartheid en Gaza? Evidentemente. ¿Sirve de algo realmente (y lo digo en tono demasiado calculador) que el ejército israelí haya entrado a invadir y bombardear a los palestinos de esta zona? No, obviamente. ¿Creen que los sobrevivientes de esta inmolación se quedarán tranquilos y no pensarán en una futura venganza, quizás más cruenta y más despiadada frente a lo sucedido el 7 de octubre? No way, José. Esto está lejos de parar, y habrá más muertos, y eso que todavía no vemos la reacción de Irán, Hezbollah y otros. ¿Sentirán mis amigos y familiares que yo, desde una posición que apenas refleja mi opinión y que no pretende debatir más allá de quienes hayan querido leer esta nota, los traiciono si invoco ingenuamente la necesidad de un diálogo inmediato y de la búsqueda de la paz, como sucedió en Oslo a principios de los años noventa? Insisto, quiero que en ese pequeño territorio sea hogar de dos naciones que convivan tranquilamente respetando sus fronteras y reconociendo sus diferencias. Ya sé, me dirán algunos irónicos que soy demasiado ingenuo, pero prefiero eso a esperar el aniquilamiento de cualquiera de las partes involucradas. Ahora si, sigamos escuchando buena música.