Por equipo de Zonagirante.com @zonagirante
Arte portada Zonagirante Estudio
Seamos serios: cualquiera puede intentar hacer un video musical. Hoy, cualquier banda o artista agarra su celular y se lanza a hacer algo en movimiento con sus canciones. En el 99,9% de los casos, el fracaso está prácticamente garantizado. Eso no impide que algunos publiquen sin pudor los resultados. Nadie dice que no lo intenten, pero la cosa no es solo prender la cámara y ya. Tampoco se trata de costos, de equipos lujosos, de locaciones ambiciosas o de modelos exquisitas posando frente al lente.
Quizás todo tenga que ver con hallar ese “momento mágico” que enamora al espectador y logra transmitir la esencia del músico o, mejor aún, el espíritu de la canción. Y eso, créannos, es bastante difícil de conseguir. Es una ventanita que aparece y desaparece con capricho.
Para este especial de fin de año hemos escogido once piezas visuales hechas en nuestro continente que saben desplegar su embrujo de mil maneras distintas y que, en nuestra experiencia, se convierten en obras memorables. Se usaron técnicas muy diversas entre sí: alguien supo darle gracia a su propuesta con tecnología; otro creó detalles fotográficos íntimos y desbordantes; hubo quien hizo maravillas con el plano secuencia más sencillo del planeta; y quien aprovechó las atrevidas curvas de sus intérpretes para provocar sudores y suspiros magníficos. Todos usaron sus armas y sus ideas con sabiduría, y por eso hoy los celebramos, sin importar si obtuvieron miles de vistas o si apenas los vieron su familia y unos cuantos amigos. Bienvenidos.
Marineros – Lo que siento
Todo parte de una canción preciosa, quizás una de las mejores del año. Un dúo de artistas chilenas disfruta del viento que entra por la ventana de su auto y de ahí no se mueve. Lo único que se desplaza es el carro, y con él cambian los paisajes. La cámara permanece quieta, nadie mueve nada. Ellas nunca miran al lente. Solo cantan y habitan el momento.
Sin adornos innecesarios, todo queda contenido en esos tres minutos y veinte segundos que, para muchos, pueden ser nada o simple aburrimiento, y para otros, afortunadamente, representan la espléndida unión de un instante audiovisual conmovedor y perfecto.
Juana Rozas + Santiago Motorizado – Ridículo
Salvo los últimos ocho segundos, todo es un plano secuencia que se convierte en una pequeña obra de teatro frente a la cámara, una representación del agitado final de una fiesta nocturna en cualquier calle de este continente. Quizás, si la protagonista no fuera Juana Rozas —esa mezcla irresistible de nueva vedette, mujer fatal y bruja go go— el ejercicio no resultaría tan fascinante.
El aire de balada de la desdicha cobra aquí un significado delicioso que se aleja del cliché y se acerca, poco a poco, a la construcción de un nuevo mito dentro de la escena musical latinoamericana. Una sorpresa artística que nos merecíamos.
Maiah & Gabriel – Blanco & Negro
Una pareja de venezolanos exiliados decide contar su historia y, como guiados por una inspiración llegada desde el París de los años cincuenta, crea su propio universo. Como dicen ellos, “sin la ayuda de ninguna persona, robot ni espíritu errante”. Se lanzan a hacer su propio film noir y narran en blanco y negro sus intimidades, con una canción cargada de ternura y fatalidad como banda sonora.
A este par de figuritas radiantes, que apenas asoman en el mercado musical, hay que seguirles el rastro. No hay que perderlos de vista: seguro vienen con buenas noticias.
Rubio – Nuestra canción
Fran Straube atraviesa, según deja escuchar su nueva música, una etapa reflexiva, sentimental, serena y excitante. Está enamorada, asumiendo su madurez, sonriendo con más ganas, y sigue haciendo música maravillosa. No necesita luces intermitentes ni fuegos artificiales: se instala cómodamente en lo entrañable, en lo íntimo, en aquello que se guarda para siempre en el corazón.
Que nadie se atreva a tildarla de cursi o sensiblera. Straube entra en una nueva etapa de su carrera con gracia, inteligencia y elegancia. Este clip, de edición sensible y colorimetría deliciosa, lo confirma.
Lucille Dupin – Hielo
Quizás esto sea lo que algunos llaman un visualizer en lugar de un video musical. Da igual. Eso es lo menos interesante aquí. Lo destacable es la intensidad lograda con pocos elementos fotográficos y una edición decidida a sacudir al espectador para que no pierda el pulso del intercambio de imágenes al ritmo de la canción.
Lo que suena es bellamente ingenuo, conmovedoramente infantil y, aun así, sangra donde tiene que sangrar. Aquí hay presente y, sobre todo, hay futuro en lo que dice y canta esta mujer bogotana.
Terraplana – charlie
Algunos enfermos como nosotros dirán que ciertos paisajes espirituales del shoegaze habitan, cada noche, en los circos más bizarros del planeta. Y sí: luces de carrusel, movimientos bruscos de cámara, carcajadas nerviosas mientras la montaña rusa avanza, todo mezclado con capas de guitarras distorsionadas y voces casi inocentes como la de Stephani Heuczuk, cantante y bajista de esta banda de Curitiba.
Puede parecer obvio. Pero el resultado sigue siendo fascinante. Imperdible.
Planta Industrial – Teteo in The Bronx
Anuncio premonitorio fácil de sostener: dos dominicanos residentes en Nueva York están a punto de tomarse el mundo. Su nuevo álbum es libertad pura, mestizaje sin permisos, hip hop, punk, funk, hardcore y Caribe a fondo, sin pedir disculpas ni respetar etiquetas malditas.
El diablo latino perfecto en las entrañas del trumpismo. Lo que menos necesita el sistema y lo que más agradece un oído hambriento de novedades sin arrepentimiento. ¿El video? Un homenaje emocionante a su casa, su bunker, su patria chica.
Bodine – Teke
Sí, vengan los dispuestos a acusarnos de onanistas irremediables, de explotadores sexuales o de simples consumidores del movimiento de glúteos femeninos. Aquí hay un video espléndido cuya intención es clara: vender música para mirar, para mover el cuerpo, para celebrar la belleza de esta dominicana de origen holandés y sus acompañantes.
La letra no la escribió Shakespeare, pero es una grabación honesta de insinuación lasciva que merece imágenes a la altura. Siempre será mejor que una mujer nos invite a mover “ese tembleque” a que un misógino de turno trafique cuerpos desde una canción.
Six Sex + Dillom – Tócame
Sigamos con el libertinaje, lo obsceno, lo lascivo. Sigamos viendo cuerpos en tensión casi pornográfica y textos desquiciados. Nos acusarán de hipócritas, sin duda, frente a lo que hemos dicho del reggaetón industrial, pero aquí todo es distinto.
Esto no es éxito desechable fabricado por sátrapas dispuestos a vender hasta el esqueleto de sus ancestros. Esto es un discurso sucio, vicioso y mucho más inteligente. Alguien tenía que darle la vuelta a la maquinaria. Y esta fue la respuesta correcta.
Dënver – A Pedacitos
Una de las mejores noticias recientes fue el regreso de este dúo chileno. Milton y Mariana saben hacer buen pop, y eso nunca sobra. Delicadeza, elegancia y encanto en la dosis justa. Música para tararear sin culpa, versos para susurrar sin rubor.
Sus nuevos videos parecen catálogos de moda independiente: insinuantes, sugerentes, pero siempre gentiles. ¿Alguien listo para bailar abrazado esta balada del sur del continente?
Bruses – Me estoy rindiendo
Este video, a diferencia del anterior, despierta algo enfermo en el pecho. Es un clip desolador, de cámara quieta, en una ciudad que no responde con compasión. Una puesta en escena precisa, que desgarra y narra con crudeza el devenir de muchos cuerpos que nos rodean.
Es una de las representaciones más cercanas a la muerte dentro de la videografía musical reciente. El maquillaje potencia el dramatismo. Una prueba de que el pop, hoy, necesita arriesgarse para sacudir a la audiencia y obligarla a mirar la realidad. Aguanta. Solo al final cierra los ojos.




