Por José Gandour @zonagirante

Comencemos con lo obvio: Vengo, álbum hecho por la artista franco chilena Ana Tijoux en 2014 y publicado por el sello independiente norteamericano Nacional Records, es  indudablemente uno de los mejores discos de la historia del hip hop latinoamericano y, si nos quitamos la camisa de fuerza y evitamos los inconvenientes complejos de inferioridad, podemos incluirlo entre las más excelsas publicaciones del género a nivel mundial de las últimas dos décadas. Es una producción redonda, que cuadra por todos los lados, renovador en su sonido y en su ejecución, rico en sus matices y sus referencias, y, para rematar, tremendamente exitoso a nivel números, con millones de reproducciones en las plataformas digitales alrededor del mundo. Una publicación que, a priori, cualquier ejecutivo de compañia discográfica multinacional, y más hace diez años, hubiera puesto en duda, teniendo como excusas su variedad de texturas, su discurso político, la personalidad de su autora, ser la obra de una mujer fuera de los moldes comerciales, y por un montón de razones más.

Ustedes me dirán si soy exagerado, pero siento que lo hecho por Tijoux, de algún modo, abrió la puerta (al menos dejó entrar la luz a través de las bisagras) a referentes de hoy como Wos, Trueno, Niña Dioz, Hispana, Rabia Rivera, Ximbo y un montón de ejemplos que fueron cultivados en nuestro continente.  Algo le deben, ¿no?. Vengo, además, es un álbum de diecisiete temas que no tienen desperdicio, que, aunque se movió principalmente por singles como Somos Sur, Mi verdad, Antipatriarca y la mismísima grabación que da título a la publicación, uno no puede dejar de lado maravillas como Río abajo (mi corte favorito), Oro negro o Todo lo sólido se desvanece en el aire. Cincuenta y cuatro minutos sin falencias, sin fallas de producción, con muchos puntos altos y con una riqueza resonante que pocos han logrado de este lado del mundo. 

 

Ahora vienen la pregunta difícil, una que habla más de los tiempos actuales que de la genialidad lograda hace diez años por Tijoux: ¿Cómo le iría a Vengo si hubiera sido estrenado en 2024? Aquí me surgen varias dudas, pensando más en la juventud de este momento, que, en buena parte, luego de haber vivido la pandemia, y en muchos casos haberse dejado seducir por monstruos carismáticos que se han convertido en sus líderes, busca emociones más fáciles de asimilar, con textos simplones de fiesta y excesos. Claro, todavía existe por ahí la rebeldía, pero, ¿cuántos toman en serio (más allá de las proclamas repetitivas de moda) las luchas sociales, las injusticias contra las minorías, el discurso contra las masacres, la reinvidicación de derechos? ¿Cuántos y cuántas quieren hoy gritar a viva voz lo que dijo Tijoux en 2014?

Soñamos en grande, que se caiga el imperio
Lo gritamos alto no queda más remedio
Esto no es utopía es alegre rebeldía del baile
De los que sobran de la danza que hay hoy día
Levantarnos para decir ya basta
Ni África ni América Latina se subasta
Un barro con casco y con lápiz zapatear el fiasco
Provocar un terremoto todo en este charco

Digámoslo: Vengo, de Ana Tijoux fue la excepción y no lo común en el mercado discográfico. Sigue siendo una obra maestra y ayudó a romper moldes indebidos que no pueden volver. No sé cuánta gente esperaba este disco. De alguna manera me hace acordar lo que, unos años después, sucedió (multiplicado por cien) con El Mal Querer, de Rosalía. Discos que son una cachetada necesaria, terremotos que sacuden estructuras y que le advierten a los anquilosados responsables de la industria musical de que algo más interesante está sucediendo debajo de sus pies. Por suerte hay artistas que van más allá e insisten en demostrar que hay un menester permanente de patear posturas perezosas. Vengo, ahora disponible en edición especial de vinilo fue (y sigue siendo) un evidente ejemplo que prueba que hay mucha más gente de la que creemos dispuesta a escuchar lo sorprendente contra lo repetitivo, el riesgo frente a la anódina seguridad, la poesía por encima de la tontería verbal. Quizás, como dijimos antes, dudemos ahora de ello viviendo lo que actualmente vivimos, pero lo último que se pierde no es la esperanza, sino más bien la curiosidad, y genias como Ana Tijoux saben de qué se trata esa hermosa cualidad.