Por José Gandour @zonagirante

Hace unos años tuve una discusión con un amigo músico sobre su forma de componer, Yo, que, por supuesto, no soy músico y no toco un timbre sin desentonar, le preguntaba que por qué no seguía lo que otros colegas hacían, que era tomar su guitarra acústica y construir sus canciones desde lo más básico y a eso irle añadiendo la instrumentación que requiriera y luego terminar trabajando con los detalles sonoros, como si fueran detalles suplementarios. Él, obviamente más versado que yo en la materia, me respondió que en las texturas estaba la diferencia, que la emoción partía, para él, de ese pormenor y no de la construcción general de la tonada. La luz se originaba en el estruendo, esa era la base. En ese momento no lo entendía, quizás porque no veía mucho avance en su obra. Pero eso ya era un tema particular que ya no viene a caso.

La charla en cuestión la recordé mientras escuchaba por primera vez el nuevo álbum de Rubio, llamado Venus & Blue. Este disco (y no creo que los sorprenda que diga esto), es otra obra maestra de la música chilena Fran Straube. Pero a eso añado lo siguiente: Venus & Blue es una galaxia diferente a los trabajos publicados anteriormente, porque hay una curiosa combinación de actitud valiente y experimental, sumada a la comprensión y cercania a las expresiones más populares. Eso si, nunca se pierde la identidad, nunca se compromete el espíritu inicial que ha defendido desde siempre la artista.  

El sonido base (o, más bien, la suma de urdimbres sonoras)  de este compilado es la invitación a una selva auditiva muy particular, donde por instantes hay coqueteos con expresiones urbanas como el reggaeton, y otros géneros similares, pero con la intención de, en lugar de adaptarse a lo que pide cada rótulo musical, hacer propio lo que se expresa, conteniendo el conjunto en su sello personal. Straube comprende las herramientas que usan los exponentes de estos estilos tan en boga, pero le da la vuelta a todo y lo moldea estableciendo sus propias reglas, su propio reclamo. Ejemplos de ello  son el noveno corte, Azul Primavera, Montaña Rusa, o Llorar, su actrual sencillo promocional.

Siempre he relacionado a Rubio con los mejores momentos del trip hop de los años noventa, pero aquí, más que nunca, está claro que hay un brillo propio, un modo de asumir la vida con un ánimo diferente. En su música hay nostalgia, pero tambien necesidad de movimiento corporal, de baile personal. La euforia se deja para momentos muyparticulares, y, más bien, aquí se da la necesidad de abrazos, de besos, de momentos de intimidad: «Quiero cantarte mi amor/ que yo siento al oído/ y por las noches que salgan los lobos conmigo/Tu olor respiro/ Es tu sudor conmigo».(Tu olor, quinto corte). Además, los textos están estrechamente ligados a lo que suena, las palabras fluyen no sólo como acompañamiento resonante rítmico: Más bien exclaman un manifiesto personal contundente.

El mejor momento (¡qué imprudente decir esto, frente a lo que es una producción impecable!) es Cuando el sol se va a dormir. Quizás, a riesgo de distorsionar el sentido de la grabación, podamos describir este momento como una balada. Esta canción tiene una ternura arrolladora, si, pero es una composición madura, hecha por alguien que, en lugar de abordar lugares comunes, se enfrenta al oyente haciendo de su vulnerabilidad una fortaleza imbatible. Amemos como amemos no importa, vivirlo y expresarlo nos salva frente a la desgracia y la indiferencia. 

Si, continúa mi fanatismo por Rubio. Se confirma con este disco (y lo repito, como si hubiera necesidad de ello) que Fran Straube es una gran maestra de sonidos vivos y de una agradecida conmoción profunda,  entidades con la que confirma estar en el mejor momento de su carrera.