Por José Gandour @zonagirante

Cada comentarista musical, en medio de lo que podemos llamar su «compromiso periodístico», tiene (y a veces demuestra) su debilidad por ciertos nombres, por determinados artistas, que, cada vez que éstos publican nuevo material, desea que el resto del mundo escuche atentamente y le dé la razón al afirmar que ahi hay definitivamente unas gemas sonoras que deberían obtener mayor reconomiento de la amplia audiencia. No es un pecado, ni mucho menos, pero algunos lectores pueden juzgar esas tendencias y les molestan tantos mimos en dichas reseñas, describiendo la clara falta de objetividad del crítico de hecho tramposo o manipulador. Bah, los que nos dedicamos a este oficio nos acercamos a la música buscando algo que nos conmueva, que nos saque de la anodina cotidianeidad, y evitamos ser máquinas a la hora de hablar de las tonadas que nos fulminan y rompen felizmente nuestro desasosiego.  No hay por qué disculparse.

Ya dicho lo anterior, puedo afirmar lo siguiente: Al oír Ancentros Bogotá (En Vivo), de la agrupación colombiana Mad Tree, repetidas veces durante el fin de semana, puedo expresarles dos sentimientos contradictorios: el primero es gozo y el siguiente es rabia. ¿Gozo? Si, porque esta banda, que confirma su alto nivel artístico y la bella construcción de sus obras, ha publicado un concierto de cinco canciones que grabó en 2020, mientras preparaba Asi hablan los pájaros, su tercer álbum, y el resultado es arrasador. ¿Rabia? Si, porque por A, B, C razones, idioteces mercadotécnicas, circunstancias personales y de industria musical, maldita suerte, presupuestos limitados o qué sé yo qué excusa inventar, Mad Tree tiene suficientes razones en sus producciones para llamar la atención del público de este lado del mundo y aún no es reconocido como este ignoto comentarista musical desearía.

Mad Tree construye composiciones y ejecuciones artísticas notables. Tiene textos notables («Cuatro veces tocará/cada punto cardinal/en el este está el sol/ y en el sur mi corazón») y una instrumentación que sabe ser directa en medio de su complejidad. Lo que hace esta agrupación no es simple, tiene muchas capas que en conjunto tejen una elaborada urdimbre que, evitando la pomposidad, es conmovedora para cualquiera. Es rock hecho de manera profunda pero nunca excluyente. Es cuestión de escuchar y repetir la audición cuantas veces se desea y en cada oportunidad se descubre un detalle que hace cada vez más fácil comprender lo que llega a nuestros oídos. El trabajo guitarrístico es impecable. No aturde en su labor virtuosa, más bien emociona de manera natural. Es una grabación que sabe contener todo el buen ruido que procura y demuestra, como debe ser, la fortaleza y la honestidad que proclama.

Si, gozo y rabia, pero igual es todo un placer poderles presentarles a quienes desconozcan a esta banda en el continente. Permítanme compartir con ustedes esta posible flaqueza preferencial, pero si escuchan con cuidado, quizás compartan conmigo la creencia que Mad Tree es una de las mejores razones para creer que el rock no ha muerto en América Latina y, al contrario, todavía hay motivos para festejar esa supervivencia.