Por José Gandour @zonagirante

Mientras en el resto del continente apenas salimos de la resaca navideña, y apenas estamos evitando los últimos coletazos de los éxitos de fin de año, en el Cono Sur, con la perfecta excusa de creer que el sol brilla mejor en esta época y que los oídos de los aficionados están abiertos a nuevas aventuras, salen nuevas publicaciones discográficas que dan aire fresco a nuestras necesidades de flamantes canciones. Al menos un buen Ep de cinco canciones, un compilado que apenas roza los quince minutos de duración, como es Puro Espejo, de la banda chilena Patio Solar.

Iniciemos la descripción de esta galante publicación, diciéndo unos cuantos puntos que nos permiten hacer un compilado de entusiastas argumentos para que, quien lo crea pertinente, deba escuchar esta pequeña joya. El primer dato es que este es un disco de sonido limpio, listo para ser disfrutado en cualquier espacio de descanso, ya sea una playa, el auto en la carretera, o simplemente después de una ducha estival, listo para salir a tomarse unas buenas cervezas frías. Otro punto: Es un disco tranquilo, más no es para nada cursi ni superficial. Es una frescura que se envuelve en pequeños carnavales (una muestra perfecta de ello es Abismo, cuarto corte), pero que se aleja de las pomposidades en sus discursos textuales. La impactante presentación de las melodías puede hacer sospechar al oyente que lo que se dice quizás sea intrascendente, pero se habla de momentos de esas pequeñas muertes que vivimos todos los días, o de la nostalgia por la despreocupación adolescente. Igual, son relatos cotidianos, son las cortas angustias que podemos vivir cada uno de nosotros. Los claroscuros de nuestras vidas.

Para rematar, el trabajo instrumental es juguetón, experimental, busca nuevas resonancias. Es Pop, si, pero Patio Solar quiere dejar una huella diferencial en sus ejercicios guitarristícos lúdicos, en la variación de sus ritmos, en su exquisita labor vocal, y, la verdad, es que lo logra. Es un corto disco veraniego, pero que puede marcar época, a punta de una desfachatez genuina, que seguramente podría gustarle a las buenas masas. Una dosis de sanidad indie que suena durante un cuarto de hora en nuestros audífonos para sentirnos mejor.