Por José Gandour @zonagirante Imagen #Leonardoenlasnubes

Una anécdota antes de entrar de lleno en la discusión:

Hace unos años estaba de invitado (y también de chismoso) en el proceso de grabación del disco de un amigo, en un estudio muy grande y, supongo, que muy caro. Éramos varios desocupados los que estábamos ahí disfrutando del momento, en una medio fiesta impropia de un ambiente profesional, pero igual había muy buen humor, risas y celebraciones, hasta que mi amigo (el músico) le dijo al ingeniero de turno que quería usar la voz que registró en uno de los coros para que se repitiera en otros momentos de la canción. Le pedía que copiara y pegara, nada más. El ingeniero, todo un personaje, le dijo que él no hacía eso porque era un acto tramposo, como si de una competencia se tratara. Nadie dijo nada, porque, al fin y al cabo, era meterse en una labor ajena, pero inmediatamente comentamos entre varios, de manera privada, que eso era una tontería, que para ese tipo de situaciones es que estaba el software que usaba dicha empresa.

Pienso en aquellos que se quejan en redes sociales del uso del autotune, creyendo que están en los juegos olímpicos, pidiendo justicia y honestidad de parte del artista, cuando lo que realmente vale es el resultado final. Si no te gusta ese tipo de manipulación vocal en la música que escuchas, perfecto (hay ejemplos muy horribles, no lo pongo en duda), pero, insisto, es una herramienta, decides si la usas o no, y asumes con tu público el desenlace del proceso. No es comparable lo que se escucha en Believe, de Cher (todo un clásico) que lo que oímos en otros casos, desastrosos por demás, del catálogo del reggaeton. Pero el autotune y otros implementos digitales que encontramos a disposición siguen siendo herramientas, punto. Estoy seguro que si Bach o Pachelbel (puede que Beethoven no, demasiado serio para ello) hubieran tenido acceso a los samplers y a otras máquinas de hoy en día, se hubieran divertido mucho experimentando, buscando sonidos exóticos para sus sonatas. Y eso, insistimos, no es engañar a nadie. 

Nosotros (Zonagirante.com, su director y sus esporádicos colaboradores) usamos inteligencia artificial para ilustrar buena parte de nuestros artículos. Utilizamos páginas especializadas disponibles en la web (en particular Leonardo) y las nuevas posibilidades que nos brinda Photoshop en sus más recientes actualizaciones, para elaborar las imágenes que incluimos en nuestro contenido. Somos una empresa mínima, chiquitica, que apenas tiene presupuesto para cubrir algunos gastos particulares y algo más. No tenemos dinero para tener en nómina ilustradores ni fotógrafos para estar a nuestra disposición todos los días. Hubo amigos que en su momento nos cedieron algunos de sus trabajos para colaborarnos, y estamos eternamente agradecidos con ellos, pero no se podía seguir toda la vida hurgando sus archivos de esa manera. Y, además, seamos claros: nos divierte usar la IA a nuestro modo. Nos sirve para provocar, para romper silencios, para alegrarnos con el rendimiento de algunas de las piezas, y creemos haber hallado el camino indicado para aproximarnos a una identidad visual. Eso si, intentamos (y muchas veces lo conseguimos) huir de la estética inicial que nos proponen la gran mayoría de los artefactos, sitios y mecanismos relacionados con este tema. Es que, y es así, lo primero que nos proporciona la Inteligencia Artificial apenas la escarbamos inicialmente, es tremendamente obvio y aburrido, porque su misión inicial es aproximarnos a lo real, a lo ya establecido. El instrumento puede ir mucho más allá y lograr que lo que queremos sea nuestro (si, obra nuestra) si insistimos hasta el cansancio en la particularidad que requerimos.

En este punto, cualquiera podría preguntar (casi con la voz de la mojigata esposa de Ned Flanders, de Los Simpsons), si acaso no pensamos en la cantidad de diseñadores e ilustradores que se podrían quedar sin trabajo con este tipo de avances tecnológicos. La verdad es que si. Lamentablemente ha sucedido con un montón de invenciones de los últimos tiempos. Pero, a la vez, es un gran reto. Los grandes profesionales del área, y los valientes que anhelan romper esquemas constantemente, aceptan las condiciones y formulan otros campos estéticos, se exigen para tener un estilo propio, buscan una luz propia. Eso es lo que debe pasar con el arte, en general, ¿no creen?. Todas las escuelas de diseño que brillaron se rebelaron frente a la situación que los rodeaba y quebraron los moldes para destacar. El que usa Inteligencia Artificial (al menos en nuestro caso) no quiere deshonrar las carreras de genios como Peter Saville, Paul Cannell, el recientemente fallecido Frank Kozik, o, trasladándonos al nivel local, nuestro admirado amigo Lucho Correa, ni mucho menos. Insisto, como lo hacemos cuando recibimos las quejas de algunos de nuestros vistantes en las redes sociales: hacemos uso de todo este monstruo y rezamos al alma de Terminator a la hora de ilustrar nuestras notas porque es lo que tenemos a mano y no pedimos perdón por ello. Cuando llegue el día  (y creanme que lo anhelados de este lado de la pantalla) seguro que llamaremos talento joven que nos ayude a evitar el tedio de la repetición que nos proponen las corporaciones.

P.s. Este artículo no fue redactado con Inteligencia Artificial. Todavía nos divertimos escribiendo para todos ustedes.

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